BIODIVERSIDAD La UPOV en pie de guerra
por el control de los cultivos Diciembre 1999
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En junio de 1999 debía ser probado por primera vez en suelo filipino el maíz BT, genéticamente modificado. La Comisión Nacional de Bioseguridad del país había aprobado el plazo de 30 días para hacer público el anuncio de este ensayo que habría de demostrar la eficacia de esa variedad contra el gusano barrenador del maíz, pero hasta ahora la oposición pública ha impedido que las pruebas de campo se realicen. Se está librando una batalla importante, y aunque sea por una vez el gobierno local está del lado de la opinión pública. Algunos funcionarios locales han expresado «seria preocupación por la liberación de maíz sometido a ingeniería genética en el campo» y han detenido provisoriamente las pruebas en sus respectivas jurisdicciones. Ellos reconocen que los cultivos genéticamente modificados (GM) representan una amenaza enorme para la seguridad y la sustentabilidad agrícola del sudeste asiático, y perciben también la posibilidad de que esos cultivos desencadenen un caos ambiental, destruyan el equilibrio ecológico, erosionen la biodiversidad y minen la autonomía y la capacidad productiva de los agricultores. El proyecto del gobierno filipino de permitir la total apropiación extranjera de tierras agrícolas de primera calidad, que se destinarían a la investigación y desarrollo (I&D) para la producción, exacerba aún más esa amenaza. Los agricultores temen que la introducción de los cultivos GM termine por maniatarlos a una forma de esclavitud industrial. Como declaró recientemente uno de ellos, «cambiar el sistema agrícola químico convencional por la agricultura diversificada integrada constituye el único factor determinante para lograr nuestra autosuficiencia. El país entero se beneficiaría si el gobierno pudiera entender esto». Tal y como van las cosas, quizás quede poco tiempo antes que los productos de la ingeniería genética ingresen a los campos de los agricultores asiáticos. En Tailandia, la Monsanto está actualmente haciendo pruebas de campo con maíz Bt y, al igual que la Pioneer, también con algodón Bt. En Indonesia, estas dos empresas ya han hecho pruebas de campo limitadas de maíz Bt, en colaboración con el Departamento de Agricultura de ese país, mientras que en Filipinas la Monsanto está decidida a probar su maíz Bt en el campo, este mismo año, a pesar de la creciente oposición pública. Después del arroz, el maíz es posiblemente el cultivo más importante del sudeste asiático. También es uno de los cultivos más rentables de la industria. Considerando que la industria biotecnológica no cesa en su afán de nuevos territorios y mercados: ¿cuál será el futuro del maíz en la región? ¿Lograrán los gigantes de la biotecnología convertir la rica colcha de retazos que son los arrozales asiáticos en un dorado mar de maíz semejante a las praderas de Estados Unidos, o podrá el maíz seguir formando parte de los sistemas agrícolas biodiversos de los agricultores locales? La invasión de las multinacionales Los agricultores desempeñan un papel fundamental en la producción de una diversa gama de variedades de maíz en el campo. Todavía se cultivan en casi el 40% del área del maíz del sudeste asiático variedades de los agricultores (tabla 1). Los fitomejoradores de los sectores público y privado siguen visitando regularmente los campos de pequeños agricultores en busca de nuevos materiales fitogenéticos.
Sin embargo, muchas variedades cultivadas tradicionalmente ya han sido sustituidas por variedades modernas en muchas regiones de Malasia, las Filipinas y Tailandia. En Vietnam ya han desaparecido un buen número de variedades glutinosas de maíz, importantes para el consumo humano y para la seguridad alimentaria, y en Indonesia se teme que algunas variedades locales desaparezcan rápidamente debido al empeño actual del gobierno en fomentar las nuevas 'variedades de alto rendimiento'. En este sentido, el esfuerzo redoblado tanto del gobierno como del sector privado terminará, en un futuro cercano, por llevar más semillas híbridas a los campos de los pequeños agricultores.
Los gobiernos dejan cada vez más en manos de empresas privadas el suministro de semillas de maíz (tabla 2). Actualmente, un puñado de compañías nacionales y multinacionales que operan en la región se encargan del suministro de semillas híbridas para el 25% del área total de maíz. Tres empresas (Cargill, Pioneer y CP-DeKalb) controlan casi el 70% del mercado asiático de semillas. La reciente adquisición de DeKalb y Cargill Seeds International por Monsanto significa que en realidad hay sólo dos competidores. Mientras tanto, Novartis está fortaleciendo sus negocios con semilla de maíz en la región y buscando vinculaciones con empresas locales como Cornworld, en las Filipinas. Igualmente alarmante resulta el rápido proceso de asociación de empresas químicas y de biotecnología con empresas semilleristas en un extremo del espectro, y sus alianzas cada vez más frecuentes con la industria procesadora y las comercializadoras de alimentos en el otro. Este fenómeno, conocido como «integración vertical», debería llamarse más bien «desintegración vertical» por sus efectos para los agricultores y la producción de alimentos. El control corporativo empresarial sobre todas las etapas de la producción y el procesamiento está transformando a los campesinos, a medida que sus ganancias se encogen y su autonomía se desvanece, en meros esclavos de la industria.
La creciente tendencia hacia la adopción de cultivos genéticamente modificados sólo conduce a una consolidación cada vez mayor de compañías más y más grandes, a través de compras y fusiones. Sólo en los últimos tres años, Monsanto ha dedicado más de 8 mil millones de dólares a la compra de compañías agrícolas y de semillas con el objeto de invadir el campo con sus productos de ingeniería genética. Monsanto, que sólo es superada por la Du Pont/Pioneer en el escalafón mundial de empresas semilleristas, planea lanzar sus semillas híbridas de maíz transgénico sobre los campos del sudeste asiático para el año 2001. Con sus recientes adquisiciones, Monsanto proyecta acelerar la investigación y el desarrollo de maíz GM. Su actual programa de I&D hace énfasis en las necesidades de las industrias procesadoras de alimentos y de raciones, a la vez que ignora las de quienes dependen del maíz como alimento o como cultivo comercial. El maíz es el cultivo favorito del sector privado. En el mundo industrializado sólo se comercializan semillas híbridas que le dejan grandes ganancias a las empresas semilleristas y acrecientan las arcas de las compañías productoras de agroquímicos, dadas las características de estos cultivos que requieren muchos insumos externos. En el mundo de la ingeniería genética agrícola, el maíz es el cultivo sobre el que se ha hecho más I&D, y sobre el cual se han presentado mayor número de solicitudes de patentamiento. En el recuadro se describen las variedades de maíz que están en cola de espera para ser lanzadas comercialmente en el sudeste asiático. La adopción generalizada de sistemas de patentes u otras modalidades similares para la protección de los derechos de propiedad sobre variedades vegetales, impulsada por los países industrializados y por la Organización Mundial del Comercio, tendrá consecuencias graves para muchos agricultores del mundo en desarrollo, donde más del 80% de la demanda de semillas se abastece a través de redes locales. Tales marcos regulatorios, en gran medida pondrán el control del mercado de semillas en manos de unas pocas empresas multinacionales que promueven, a su elección, sólo unas pocas variedades de semillas patentadas. Esa situación acarrearía consecuencias muy serias para la seguridad alimentaria. La mayoría de las patentes de maíz transgénico pertenecen a un puñado de grandes compañías estadounidenses. La mitad de las 333 patentes solicitadas y/o concedidas sobre variedades biotecnológicas de maíz en todo el mundo, corresponde a apenas seis gigantes agroquímicos mundiales. Y no sorprende saber que los tres mayores (DuPont-Pioneer, Monsanto y Novartis) son también las mismas tres compañías que controlan la mayor parte del comercio mundial de semillas. Algunas de las patentes son muy amplias y abarcativas, habiendo sido ya objeto de disputas legales. La amplitud o estrechez de las patentes concedidas por el sistema judicial de Estados Unidos tendrá enormes consecuencias para el futuro de la producción de maíz, el comercio y la seguridad alimentaria del sudeste asiático. El futuro del maíz en el sudeste asiático La región apenas está comenzando a enfrentar los cambios impuestos por la OMC en las políticas comerciales, y los pequeños productores obligados a entrar en la competencia global ya sienten sus efectos. Hoy los agricultores están menos protegidos que nunca contra las veleidades del mercado. Con la liberalización comercial, los gobiernos están fomentando las importaciones como recurso para satisfacer la demanda local, erosionando así la capacidad local de producción de alimentos. A los productores locales les resulta cada vez más difícil competir con las importaciones baratas. Quizás quede poco tiempo antes que los productos de la ingeniería genética ingresen a los campos de los agricultores en Asia. La importación, las pruebas y la liberación comercial de cultivos transgénicos constituyen la amenaza más apremiante para los agricultores, los consumidores y el medio ambiente de la región. En Estados Unidos la siembra de cultivos GM fue aprobada hace ya mucho tiempo y sin mayor oposición; pero en Asia, como en Europa, los agricultores y el público en general están demostrando una oposición creciente a esos cultivos, y existe la posibilidad real de que la opinión pública del sudeste asiático convenza a sus gobiernos de que la introducción de semillas GM constituye el "beso de la muerte" para la seguridad alimentaria y la autosuficiencia de la región. Actualmente se pregona que los cultivos GM son la respuesta a las plegarias del Sur por seguridad alimentaria y sustentabilidad. Pero la verdad es que van a empujar a la región en dirección contraria, llevándola hacia serios trastornos ambientales, inseguridad alimentaria extrema y la esclavización de agricultores y consumidores por igual. Los cultivos transgénicos podrán ser un mal augurio para el mundo industrializado, pero para los países del Sur representan una amenaza aún mucho mayor, puesto que el sustento de su gente está mucho más ligado a la propia capacidad para producir alimentos y por que los mercados locales constituyen allí piezas fundamentales para la supervivencia de la comunidad. Es preciso actuar de inmediato para impedir que las tierras agrícolas del sudeste asiático se conviertan en parque de diversiones de la industria biotecnológica. ¡Actuemos ahora!
Este artículo es un resumen de «Whose agenda: The corporate takeover of corn in South East Asia,» producto de un esfuerzo conjunto de investigación, redacción y publicación de BIOTHAI (Tailandia), GRAIN, MASIPAG (Filipinas) y PAN Indonesia. Para obtener copias en inglés de papel o electrónicas de la versión completa de este trabajo, por favor dirigirse a GRAIN o buscar en la red en: www.grain.org/publications/reports/takeover.htm Traducido por Alberto Villareal del original en inglés publicado en "Seedling", setiembre de 1999.
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