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Producción Agroecológica de los Sem Terra en Brasil. Semillas de esperanza

by Silvia Ribeiro/REDES-AT | 24 Oct 1995

BIODIVERSIDAD
SUSTENTO Y CULTURAS

Producción agroecológica de los "Sem Terra" en Brasil: Semillas de esperanza
por Silvia Ribeiro/REDES-AT

Septiembre 2000

 

 

Cooperativa Regional de Asentados (COOPERAL) en el asentamiento Conquista da Fronteira en Hulha Negra, Candiota, es el nombre de una de las muchas cooperativas que ha formado el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Igual que otras 150.000 personas en todo Brasil, las mujeres, hombres y niños que viven, trabajan y sueñan aquí son «asentados de la Reforma Agraria». Una reforma que no se está logrando por gracia del gobierno, sino por los años de lucha y hasta muertes a causa de la represión violenta contra el MST.

Son campesinos y campesinas, trabajadores rurales expulsados del campo por un modelo de desarrollo agrícola industrial, excluyente y elitista, que exacerbó la concentración de la propiedad de la tierra y la desocupación rural. Hace poco más de una década decidieron tomar medidas de acción directa para recuperar su derecho básico a la tierra y a una vida digna.

Los Sin Tierra han ido forzando, a través de sus ocupaciones pacíficas de tierras improductivas y medidas de lucha permanente, una reforma agraria que saliera de las promesas y papeles. Hasta ahora han logrado conseguir tierra para unos ciento cincuenta mil asentados, de los cuatro millones de trabajadores rurales sin tierra que se estima existen en todo Brasil.

Los Sin Tierra han desarrollado en esos asentamientos sus actividades productivas, estableciendo cooperativas combinadas con trabajo familiar. En algunas de las primeras cooperativas, los Sin Tierra montaron establecimientos para producciones agroindustriales de considerable tamaño, con la tecnología agroindustrial más «moderna» para competir en el mercado. Desde hace unos años también comenzaron a experimentar métodos de producción ecológicos, con buenos resultados. El hecho de que el MST agregue a su ya reconocida historia de lucha social el componente ecológico y de sustentabilidad los convierte en una poderosa alternativa concreta frente al desarrollo actual que degrada los recursos, la naturaleza y la vida de la gente en todo el continente.

Semillas para las multinacionales

El Estado de Rio Grande do Sul en el sur de Brasil, limítrofe con Uruguay y Argentina, es una zona de latifundios y actividades pecuarias extensivas, pero también es una de las zonas con mayor volumen de producción hortifrutícola. Tiene clima templado, pero con picos de temperatura que van desde 0 a 35 grados, lluvioso en invierno y seco en verano.

El clima y suelo adecuados y la presencia de mucha mano de obra disponible, hizo que grandes empresas semilleras, como Topseed y Agroceres (recientemente comprada por la multinacional Monsanto), se interesaran por los campos de estos agricultores asentados para reproducir sus semillas.

El 70% de las semillas hortícolas de Brasil que comercializan Agroceres y otras grandes industrias se produce todavía en los asentamientos de los Sin Tierra en esta zona, donde existen 23 asentamientos que cubren 21.000 hectáreas y alojan a 840 familias.

Las empresas semilleras les entregan la semilla y los agrotóxicos que consideran necesarios y luego, si las semillas producidas tienen un grado aceptable de viabilidad (alrededor del 70% de germinación, variable según la especie), les compran la cosecha.

De esta forma, el agricultor pasa de hecho a arrendar su campo y su trabajo a las compañías semilleras, pero las eventuales pérdidas o bajo rendimiento las tiene que asumir el propio agricultor.

— Esta situación de dependencia se agrava con el hecho de que los agricultores deben enviar una prueba de sus semillas a la empresa semillera, que hace la prueba de germinación y luego informan al productor qué resultado obtuvieron. El agricultor no tiene más remedio que confiar en lo que la empresa le dice, porque no dispone de los mismos medios técnicos para evaluar el grado de germinación. De esa forma, las multinacionales compradoras siempre especulan con el precio y el volumen de compra según su conveniencia. Al mismo tiempo, el uso continuo de agrotóxicos degrada la tierra y la salud de los agricultores y aquellos que producen hortalizas tienen que comprar luego las semillas de las empresas en el mercado, argumenta Amarildo Zanovello, uno de los productores y director de COOPERAL.

Semillas para la vida

A partir de esta situación, los integrantes de COOPERAL empezaron a buscar formas de salir de este círculo vicioso. Un elemento decisivo fue la iniciativa del agrónomo Ciro Correa de COOPERAL, de contactar a João Rockett, que tenía relación con el MST desde 1989 y estaba estudiando agronomía.

— En 1989 estaba en una clase de fisiología vegetal y el profesor dijo «el suelo es solamente un sustrato». Para mí esto fue una provocación: no podía ser que las relaciones entre elementos vivos fueran tan simples, tenían que existir formas más orgánicas de interrelación entre el suelo, las plantas, los insectos, el resto del ecosistema y la gente. Ahí me fuí a mi casa a leer, para desaprender muchas cosas que me enseñaban en la universidad, sostiene João.

João había sido agricultor en la zona y se había inspirado en varios pioneros brasileños en este campo, como Sebastião Pinheiro y Ana Primavesi. Ya en 1992 había discutido con Pinheiro las ideas que posteriormente dieron base al proyecto de producción de semillas agroecológicas.

Junto con João, COOPERAL decidió en 1996 comenzar con «Bionatur», que más que una marca fue el distintivo de una nueva forma de producir semillas de hortalizas, producidas agroecológicamente y en forma cooperativa, rescatando además, variedades locales que corren el riesgo de desaparecer debido al predominio de las semillas uniformes y generalmente híbridas de las multinacionales.

Una de las primeras cosas que hizo João fue mandar a hacer análisis de germinación para controlar los resultados que daban las empresas. En un caso, con semillas de chaucha, la empresa compradora rechazó 500 kg. de semillas de un productor del MST aduciendo que sólo había germinado el 64%. La prueba de control que hicieron arrojó un resultado del 97% de germinación.

Según João, los agricultores que firman los contratos son muchas veces analfabetos, y aunque se dan cuenta de que están siendo engañados, si quieren protestar, además de tener que sortear las claúsulas que ya firmaron, tienen que viajar 1400 km para contactar un abogado (ya que las empresas fijan en el contrato la sede de la demanda en São Paulo u otras ciudades alejadas) pagar todos los gastos, etc. João recuerda el caso de una empresa que rechazó los envíos de 40 familias que se quedaron así sin el producto de su trabajo de meses, situación por demás trágica.

— A esto hay que sumar el tema de que las empresas que entregan las semillas también entregan las «recetas» que hay que utilizar, vinculando generalmente la producción a sus propios agrotóxicos y entregando semillas ya «curadas», obligando al productor a poner en juego su salud y la fertilidad del suelo. Por ejemplo, para cucurbitáceas, según las empresas hay que utilizar cerca de una tonelada de NPK por hectárea, a pesar de que nosotros sabemos que se puede hacer sin tóxicos y con fertilizantes naturales.

Amarildo vuelve a poner enfásis en el hecho de que la agricultura industrial ha hecho perder al productor el control de la producción, desde las semillas hasta lo que produce, qué variedades, cómo las produce, para quién, a qué precio.

— La desaparición de variedades locales puede ser irreversible si no se logra que los agricultores guarden sus propias semillas, porque las semillas están vivas y si no se plantan, desaparecen, aclara Amarildo. No se trata solamente de un problema técnico o económico, sino también de un gran problema social y cultural, porque junto con las semillas desaparecen las culturas rurales.

COOPERAL comenzó su producción agroecológica de semillas en 1996. Para ello eligieron y compraron germoplasma de variedades de una docena de hortalizas de EMBRAPA (instituto público de investigación agrícola), y las reprodujeron con muy buenos resultados. Según la ley, en Brasil están obligados a comprarle a EMBRAPA el germoplasma de ciertos cultivos básicos, porque no se permite que cualquiera pueda producir y comercializar esas semillas si no es para su propio uso. COOPERAL tiene como propósito conseguir acreditación para desarrollar sus propias variedades.

En este momento «Bionatur» está comercializando 15 variedades de semillas: 3 de zanahoria, 2 de cebolla, 3 de zapallo, 2 de calabaza, 2 pepino, 1 de chaucha, 2 melón y 1 de rúcula.

La producción ha sido muy buena y el nivel de procesamiento y envasado es excelente. COOPERAL tiene una procesadora de semillas bien equipada, donde trabajan en forma permanente unas 4 personas.

Los usuarios de estas semillas también están conformes: los resultados de la producción de hortalizas con estas semillas han sido muy buenos, las variedades se adaptan bien a las condiciones de la región.

El punto crítico en este momento es lograr la venta de esta producción para poder seguir adelante, producir más variedades y consolidar todo el empredimiento. COOPERAL ha tomado contacto con los productores ecológicos de la región y con los productores del propio MST.

Uno de sus principales objetivos es que el MST se libere de la dependencia de las semillas comerciales, y que se consuman las semillas producidas por los integrantes del movimiento.

Nuevos valores

João agrega que:

— La participación de las mujeres en la lucha y en todos los proyectos del MST ha sido fundamental. Las mujeres trabajan generalmente a la par de los hombres en el campo, además de realizar las tareas de la casa, pero muchas veces no se reconoce su trabajo. En los asentamientos tenemos la experiencia de que los nuevos proyectos que se discuten con toda la familia funcionan mucho mejor, por los aportes que hacen especialmente las mujeres, desde el comienzo mismo. En muchas situaciones son ellas las que están más cerca y perciben como y cuando se dan cierto tipo de enfermedades en plantas o animales y pueden aportar conocimientos muy importantes para encararlos.

— La producción agroecológica también ha permitido integrar a los niños y niñas de otra forma. Un agricultor me contaba que antes no podía entrar con sus hijos en el campo, porque no quería exponerlos a los venenos que debían utilizar. Ahora, Tais va con su padre, Mario Lisik, al campo y aprende a conocerlo y a ser parte de esta cultura desde pequeña. No se trata de una tecnología, se trata de una nueva «cultura» (que en portugués es la misma palabra que cultivo).

Y lo que recuperamos no es sólo el control de las semillas, sino el de nuestras propias vidas y el futuro de nuestros hijos e hijas.

— Atreverse a entrar en el mercado de las semillas, totalmente dominado por empresas gigantes que quieren dominar el mercado y los productores, requiere de valor, pero también nos reafirma en nuestra identidad, como personas, como agricultores independientes y dignos.

— La ley de Monsanto y los que quieren crear semillas estériles es que el agricultor no pueda guardar semillas, nuestra «ley» es que protejamos las semillas.

La producción de semillas tiene además muchos significados simbólicos: es la continuidad de la vida.

Los Sin Tierra reconocidos en IFOAM y MAELA

COOPERAL presentó su experiencia en el marco del taller sobre Biodiversidad y Biotecnología en la IV Asamblea del Movimiento Agroecológico Latinoamericano (MAELA) en Colombia en diciembre de 1998, despertando gran interés. En las conclusiones de dicha Asamblea, que contó con 200 participantes de toda América Latina y el Caribe, se mencionó particularmente esta experiencia como ejemplo de un tipo de producción posible para combatir la desaparición de las culturas campesinas y las variedades locales, y como una forma concreta de resistir al avance de las semillas híbridas y transgénicas con que las empresas multinacionales pretenden invadir el continente a costa de la salud de consumidores y la desaparición de la biodiversidad y los campesinos y productores.

Este proyecto también tuvo muchas repercusiones en la XII Conferencia Técnica Internacional de IFOAM (Federación Internacional de Movimientos de la Agricultura Orgánica) en Mar del Plata, Argentina en Noviembre de 1998, donde también fue presentada la experiencia.

Para contactos y pedidos:

COOPERAL-BIONATUR, Caixa Postal 137, CEP 96433-000, Hulha Negra, RS, Brasil. Tel/fax: (55-53) 503 12 61. Correo electrónico: [email protected]

 

Author: Silvia Ribeiro/REDES-AT
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