A Contrapelo | Septiembre 2015
Las Exxons de la agricultura
GRAIN
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No hace falta decir que las empresas petroleras y del carbón no deberían ser parte de las reuniones donde se deciden las políticas relacionadas con el cambio climático. Sus ganancias dependen de que todo siga igual y harán todo lo que esté a su alcance para socavar cualquier acción significativa.
Pero ¿qué pasa con las compañías de fertilizantes? Éstas son el equivalente a las compañías petroleras en el mundo alimentario: los productos que venden a los agricultores para que los inyecten en el suelo son la mayor fuente de emisiones provenientes de la agricultura.1 Y estas empresas también tienen sus fortunas envueltas en que todo siga igual y en desarrollar más fuentes baratas de energía, como el gas natural (llamado gas de lutita, de esquisto o de pizarra) que se obtiene por fractura hidráulica o “fracking”.2
Exxon y British Petroleum deben envidiar la facilidad que las transnacionales de los fertilizantes han tenido para infiltrarse en el terreno de las políticas sobre cambio climático. Los líderes mundiales están a punto de reunirse en la 21a Conferencia de las Partes (COP21) en París, en diciembre, pero existe sólo una iniciativa intergubernamental importante para abordar la relación entre el cambio climático y la agricultura —y está controlada por las compañías de fertilizantes más grandes del mundo.
La Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente, creada el año pasado en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Nueva York, es la culminación de varios años de esfuerzo por parte del grupo de cabildeo de los fertilizantes para bloquear cualquier acción importante en el área de agricultura y cambio climático. De los 29 miembros fundadores no gubernamentales de la Alianza, hay tres grupos de cabildeo de la industria de fertilizantes, dos de las compañías de fertilizantes más grandes del mundo (Yara de Noruega y Mosaic de Estados Unidos) y un puñado de organizaciones que trabajan directamente con las compañías de fertilizantes en programas sobre cambio climático. Hoy, 60% de los miembros del sector privado de la Alianza aún provienen de la industria de fertilizantes.3
Agricultura inteligente corporativa
Una explicación posible para el exitoso golpe político de la industria de fertilizantes, es que su papel en el cambio climático se le entiende muy poco y se le subestima en extremo. Las personas asocian a Shell y no a Yara con la fractura hidráulica. Pero es Yara la que coordina el grupo corporativo de cabildeo para el desarrollo del gas de esquisto y el fracking en Europa, y son Yara y otras compañías las que utilizan el gas natural producido por el auge de fracturaciones hidráulicas en Estados Unidos.4
Los fertilizantes, en especial los nitrogenados, requieren una enorme cantidad de energía para su fabricación. Hay cálculos que indican que producir fertilizantes es causa del 1-2% del consumo global de energía y produce la misma proporción de emisiones de gases con efecto de invernadero.5 Y la producción de fertilizantes crece año con año. Se espera que la oferta de fertilizantes nitrogenados, producidos casi totalmente a partir de gas natural, crezca cerca de 4%, anual durante los próximos diez años.6 Esta producción dependerá cada vez más del gas natural proveniente de la fractura hidráulica o fracking, proceso en que se pierde un 40 a 60 % más de metano que en los pozos de gas natural convencionales. (El metano es 25 veces más potente que el CO2 como gas con efecto de invernadero)7
Sin embargo, producir los fertilizantes da cuenta de sólo una pequeña fracción de las emisiones de gases con efecto de invernadero generados por estos agroquímicos. La mayor parte de las emisiones ocurren cuando son aplicados al suelo.
El Panel Internacional Sobre Cambio Climático (IPCC) calcula que, de cada 100 kilos de fertilizante nitrogenado que se aplica al suelo, 1 kilo termina en la atmósfera como óxido nitroso (N2O), un gas 300 veces más potente que el CO2 como gas con efecto de invernadero y es la sustancia más importante en la destrucción de la capa de ozono. En 2014, esto fue equivalente a la emisión promedio anual de 72 millones de automóviles que circulan en los Estados Unidos —cerca de un tercio de la flota de camiones y automóviles de Estados Unidos.8
Nuevas investigaciones muestran, no obstante, que las estas alarmantes cifras son 3 a 5 veces más bajas que las cifras reales. El uso de fertilizantes químicos durante este año generará, probablemente, ¡más emisiones de gases con efecto de invernadero que el total de emisiones procedentes de todos los automóviles y camiones que circulan en los Estados Unidos! (ver el recuadro: La huella de los fertilizantes).
Hace mucho tiempo que la industria de fertilizantes sabe que sus químicos están cocinando al planeta y que hay un creciente conjunto de evidencias que demuestra que sus productos no son necesarios para alimentar al mundo. Los agricultores pueden dejar de usar fertilizantes químicos sin una reducción en los rendimientos si adoptan prácticas agroecológicas.9 Esta conclusión fue sustentada por la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD) del 2008 —un proceso intergubernamental de tres años que involucró a más de 400 científicos y que fue auspiciado por el Banco Mundial y todas las agencias relevantes de Naciones Unidas.10
Enfrentados a este dilema, las compañías de fertilizantes se movilizan agresivamente para controlar el debate internacional sobre agricultura y cambio climático y para posicionarse a sí mismas como parte necesaria de la solución.
La fachada de los fertilizantes
“Ha habido varias organizaciones que a nivel internacional abogan en pos de que la agricultura sustentable sea interpretada como sinónimo de agroecología. Por desgracia, la agroecología ha llegado a reivindicar principios que rechazan los insumos en la actividad agrícola. Por tanto, iniciativas como la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente son importantes para asegurar que el sistema de las Naciones Unidas adopte decisiones que sean un reflejo de la agricultura moderna.”
-- Federación de Agricultura de Canadá11
La industria global de fertilizantes está dominada por un pequeño grupo de corporaciones. Yara, que en 40% es propiedad del gobierno noruego y de su fondo de pensiones estatal, domina el mercado global de fertilizantes nitrogenados, mientras que Mosaic de Estados Unidos más unas cuantas compañías en Canadá, Israel y la ex Unión Soviética operan carteles que controlan el suministro global de potasio. Mosaic es también uno de los principales productores de fosfatos.
Estas compañías son representadas colectivamente por varios grupos de cabildeo. Los principales, a nivel global, son The Fertiliser Institute, la International Fertiliser Industry Association y el International Plant Nutrition Institute. Las compañías de fertilizantes también están representadas por grupos de cabildeo de consumidores de energía como la International Federation of Industrial Energy Consumers. Yara preside un grupo de trabajo sobre el gas (conocido como Gas Working Party) que, en colaboración con Fertilisers Europe, hace un fuerte cabildeo en favor de explotar los yacimientos de gas natural con fracking en la Unión Europea (UE)12
Las compañías de fertilizantes y los grupos que le sirven de fachada juegan un papel activo en varias alianzas que han formado con otras corporaciones de los sectores de la alimentación y la agricultura para definir y proteger sus intereses colectivos en lo relacionado a políticas ligadas al ambiente y el cambio climático.13
En América del Norte, por ejemplo, Yara más algunas compañías de fertilizantes y grupos de cabildeo cofundaron la Alianza para la Agricultura Sustentable (“Del Campo a la Góndola”) junto con otras grandes compañías de alimentos y agronegocios, como Walmart, Kellog’s y Monsanto. También participan en esta alianza grandes organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientalistas como el Environmental Defense Fund (EDF) y The Nature Conservancy (TNC). Estas ONG trabajan directamente con Yara, Mosaic y otras compañías de fertilizantes en programas de eficiencia de fertilizantes “climáticamente inteligentes” que Walmart, PepsiCo, Campbell’s y otras grandes compañías de alimentos y venta al menudeo, están usando como base de sus planes internos de reducción de emisiones de gases con efecto de invernadero. (Ver recuadro: La contaminación como solución).
Las mismas organizaciones no gubernamentales y los grupos que sirven de fachada a la industria de los fertilizantes están tras la iniciativa Solutions from the Land [soluciones a partir de la tierra] una alianza estadounidense de corporaciones de agronegocios y agricultores corporativos establecidos para defender la agricultura industrial de las regulaciones ambientales, lidiando inicialmente como los impactos destructivos de los derrames de fertilizantes químicos sobre los cursos de agua y que ahora se enfocan en el cambio climático.
“Tenemos un miedo mortal de ser secuestrados por algunos grupos que se oponen a la tecnología”, explica Fred Yoder, de Solutions from the Land, hablando en Abu Dhabi en marzo de 2015 en un foro de agroempresas en torno al cambio climático. 14
A principios de 2015, Solutions from the Land cambió su nombre por el de North American Alliance for Climate Smart Agriculture y ahora actúa como la coordinación regional de la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente [Global Alliance for Climate Smart Agriculture].
Esta cómoda relación entre la industria de fertilizantes y otras multinacionales del sector de la alimentación y agronegocios va más allá de Estados Unidos y Europa. Yara es particularmente activa dentro del Foro Económico Mundial (WEF) donde co-preside el desarrollo de su “nueva visión de la agricultura [New Vision for Agriculture], con Walmart. Yara también preside Climate Smart Agriculture del grupo de trabajo del WEF. mediante el que coordina la implementación de programas de fertilización “climáticamente inteligentes” con Nestlé, Pepsico, Syngenta y otras compañías en Asia y África.
Las compañías de fertilizantes también tienen una larga y sostenida relación con los centros de investigación internacional del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR por sus siglas en inglés). Hoy, la industria de los fertilizantes colabora con estos centros en varias iniciativas climáticamente inteligentes en el Sur (ver recuadro: La contaminación como solución). La relación se extiende a la Alianza por una Revolución Verde en África (AGRA) financiada por Bill Gates, que tiene varias áreas de cooperación con el CGIAR y la industria de fertilizantes, tales como el Foro de la Revolución Verde Africana que fue creado por Yara y AGRA en 2010.
El principal vehículo para la promoción de fertilizantes en el Sur, sin embargo, es el International Fertiliser Development Center (centro internacional de desarrollo de fertilizantes), que se estableció en Estados Unidos en los setenta y que tiene respaldo económico de varias compañías de fertilizantes, incluida Yara. IFDC hace cabildeo ante los gobiernos a favor de políticas que aumenten el uso de fertilizantes y promueve distintas técnicas de aplicación de fertilizantes, tales como el manejo integrado de suelos que AGRA, el Banco Mundial y otras agencias de financiamiento han adoptado como “climáticamente inteligentes”.
Todas estas mismas corporaciones, agencias, grupos de fachada y alianzas han confluido tras un esfuerzo común para promover la “agricultura climáticamente inteligente”, como la respuesta oficial al cambio climático. Es un concepto abstracto que se basa en conceptos igualmente abstractos, promovidos anteriormente por la industria de fertilizantes para presentar a los fertilizantes químicos como parte de la solución al cambio climático, tales como “desarrollo agrícola climáticamente compatible” e “intensificación sustentable”. 15
“Creo que el 2015 y el 2016 serán los años donde pasaremos de construir un movimiento global a una acción en terreno. Y las palabras claves son agricultura climáticamente inteligente, un área donde Yara tiene productos y conocimiento”, dice Sean de Cleene, vicepresidente de Iniciativas, Estrategia y Desarrollo de Negocios Globales en Yara.16
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) fue la primera en acuñar el término “agricultura climáticamente inteligente” en 2010 como un medio para atraer financiamiento ligado a temas climáticos para sus programas agrícolas en África. El término sólo llegó a tener importancia en los círculos políticos internacionales en 2012, después de la Segunda Conferencia Global sobre Agricultura, Seguridad Alimentaria y Cambio Climático, organizada en Hanoi por el Banco Mundial y la FAO y auspiciada por el gobierno de Vietnam.
La elección de Vietnam no fue un accidente. Yara y otras multinacionales de alimentos y agronegocios del Foro Económico Mundial, habían lanzado recientemente una importante asociación público-privada con el gobierno vietnamita, bajo la cual se les daba a estas corporaciones la responsabilidad exclusiva sobre las “cadenas de valor” de las principales materias primas de exportación. Yara quedó a cargo del café y las hortalizas y los programas en Vietnam fueron considerados como el primer proyecto piloto del Foro Económico Mundial para la agricultura climáticamente inteligente, con Yara a cargo de la supervisión general17.
El programa de la Segunda Conferencia Global estuvo dominado por Yara y las otras corporaciones que colaboran con el gobierno vietnamita. Las organizaciones de la sociedad civil fueron marginadas de las discusiones y fue ignorado su claro rechazo al concepto de “agricultura climáticamente inteligente”.18 Mientras que las conferencias anteriores habían llamado a un “cambio de paradigma a todos los niveles”, esta vez la conferencia terminó con un llamado a un “cambio de paradigma sobre el papel del sector privado” para “institucionalizar y aumentar” la participación del sector privado y “pasar de alianzas público-privadas a privado-públicas”19
Al momento de la siguiente Conferencia Global en Sudáfrica, al año siguiente, el grupo de cabildeo de los fertilizantes y sus aliados había desarrollado un plan para la creación de una Alianza para la Agricultura Climáticamente Inteligente, que sería presentada formalmente en la Cumbre Climática de las Naciones Unidas en septiembre de 2014, como la principal plataforma de la comunidad internacional para la acción sobre el cambio climático y la agricultura.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos tomó entonces el liderazgo para desarrollar el plan. En la “Reunión de Socios” de la Alianza en la Haya en julio de 2014, donde se afinaron los detalles finales, Estados Unidos envió cinco funcionarios de gobierno, cuatro representantes de los grupos de cabildeo de los agronegocios y cuatro representantes de corporaciones —un número igual al total de delegados de los países en desarrollo.20
“Las discusiones internacionales fueron controladas por las compañías de agronegocios, el Banco Mundial, Estados Unidos y otros gobiernos partidarios de la agricultura climáticamente inteligente”, señaló el ganador del Premio Mundial de la Alimentación, Hans Herren. “Ellos tienen el dinero y los grupos de presión. Quienes defendimos la agroecología, los sistemas alimentarios locales y la agricultura en pequeña escala, como la solución holística y en verdad amigable con el clima, fuimos simplemente expulsados del proceso.”21
Hoy, la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente está llena de compañías de fertilizantes, grupos de fachada de las mismas compañías y ONG y empresas que trabajan directamente con ellas (Gráfico 1). En su comité directivo están Yara, Mosaic, EDF y TNC, así como los gobiernos de Noruega y Estados Unidos.22
De vuelta al cambio de paradigma
La alimentación y la agricultura son áreas muy atractivas para la acción relacionada con el cambio climático. Se pueden lograr reducciones rápidas e impactantes de las emisiones de gases con efecto de invernadero en nuestros sistemas alimentarios sin mayores consecuencias económicas. La eliminación de los fertilizantes químicos es uno de los puntos más fáciles y efectivos por dónde empezar.
Reducir los fertilizantes químicos podría reducir las emisiones globales anuales de gases con efecto de invernadero hasta un 10% (Ver recuadro: La huella de los fertilizantes) Adicionalmente, el cambio de fertilizantes químicos a prácticas agroecológicas, permitiría a los agricultores recuperar la materia orgánica en los suelos del mundo y con ello capturar unos dos tercios del exceso actual de CO2 en la atmósfera, en un plazo de 50 años.23 Y se producirían como efectos adicionales una mejor calidad de vida de los agricultores, alimentos más nutritivos, la protección de la capa de ozono y sistemas hídricos seguros.
No hay obstáculos técnicos en el camino. Las compañías de fertilizantes pueden afirmar que si se dejan de usar sus productos, tendríamos que arar lo que queda de los bosques en la Tierra con el fin de satisfacer las necesidades globales de alimentos, pero hay numerosos estudios que muestran que los agricultores que usan prácticas agroecológicas simples, pueden producir igual cantidad de alimentos sin fertilizantes químicos, en la misma cantidad de tierra.
Tratándose de la seguridad alimentaria global, debería preocuparnos mucho más nuestra dependencia de los carteles que operan las compañías de fertilizantes. Durante la crisis de los precios alimentarios en 2007, mientras mil millones de personas pasaban hambre porque ya no podían acceder a los alimentos, las compañías de fertilizantes subieron sus precios y tomaron como rehenes a gobiernos y a agricultores. Alegaron que se debía a las alzas en los costos de las materias primas (gas natural), pero las ganancias de Yara y Mosaic ese año aumentaron en un increíble 100%.24
Romper con el hábito de los fertilizantes es realmente una cuestión política. Ninguna acción relevante puede ocurrir mientras la industria de los fertilizantes siga controlando a quienes negocian y diseñan las políticas al respecto. Hagamos que esto empiece a ocurrir acabando con la Conferencia Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente y expulsando a las compañías de fertilizantes de la COP21 en París.