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Editorial

by Biodiversidad | 25 Feb 2015

La foto de la portada muestra un tren calcinado. Su cascarón herrumbrado yace sobre las vías de un cementerio de ferrocarriles en Bolivia. Se adivina que el carro del primer plano fue en su momento un carro tanque: ¿de combustible, de agua? ambos líquidos a punto de convertirse en lujos para la gente, en necesidad imperiosa, por la escasez que están alcanzando conforme la crisis climática avanza implacable —pese a las declaraciones conciliadoras y condescendientes de gobiernos que en realidad, en su cinismo, insisten en proferir mentiras con tal de favorecer a sus socios. Que siga la fiesta mientras dure el petróleo, el gas, la energía, mientras el agua no se vuelva motivo de guerras sin cuartel o levantamiento de alguna comunidad, comarca, región o país entero.

La gente se percata de que todo está relacionado. Se da cuenta de la crisis climática como un fenómeno provocado por irresponsabilidad y voracidad. No es suficiente con que las empresas tapen el sol con un dedo mientras lucran con el cuidado ancestral que las comunidades han tenido con todo, porque ése es su cargo en el mundo.

Más y más personas y comunidades vamos entendiendo que debemos hacer algo por la libre para frenar lo más pronto posible lo que ocurrirá si nadie hace nada.

La Vía Campesina proclama que la agricultura campesina puede enfriar la tierra, además darle de comer a más personas, y lo mejor es que es cierto. Estudio tras estudio las evidencias se suman para darle la razón a esta vastísima confluencia de comunidades y organizaciones que en los cinco continentes declaran orgullosas ser parte de ella.

El Tribunal Permanente de los Pueblos en su paso de tres años por México documentó los agravios del pueblo mexicano —que coinciden con tantos otros pueblos hermanos en América Latina y del mundo—, y con gran tino reflejó las acusaciones y el modo de presentarlas y pudo reconocer, tal vez por primera vez en la historia, la integralidad del ataque a la vida campesina. Pudo este tribunal reflejar la noción cada vez más contundente de que la economía pretende someter al derecho en más y más renglones, y pretende imponer reformas (llamadas neoliberales, o de ajuste estructural) que deshabilitan las potencialidades de las personas y los colectivos para hacer frente a su destino, a su historia, para ejercer un mayor sometimiento. Y esto ya no podemos permitirlo. Se dispara la migración y el exilio. Se invaden más y más territorios. Se acaparan

tierras, se imponen reformas para privilegiar la explotación. Por encima de todo, el Estado se quita la careta y asoma un rostro cada vez más criminal, porque injustamente se desechan leyes y normas con tal de privilegiar los intereses corporativos y dar impulso a acuerdos comerciales y su caudal de regulaciones no constitucionales, es decir, extrañas a los fundamentos de las naciones soberanas y supuestamente democráticas donde los congresos, y a fin de cuenta las poblaciones, tendrían que tener la última palabra en cómo se legisla y cuáles son las leyes legítimas. No es sólo que se legisle en favor de las corporaciones: hoy se va entendiendo, dolorosamente, la llamada arquitectura de la impunidad, es decir, que muchos Estados son más y más propensos, aunque se llamen progresistas, a promover a los grupos delincuentes y a entreverar sus estructuras con las de estos grupos, porque así conviene a sus ganancias e intereses “pese a quien le pese”.Editorial

Y entonces la violencia. El hostigamiento, la criminalización contra cualquiera que se queje, contra quien no se deje. La represión sin miramientos, el encarcelamiento, la desaparición, el asesinato. Y la violencia como moneda de cambio. Que la cotidianidad sea violenta. Que las relaciones se resuelvan mediante la violencia. En ese escenario, lo más terrible es que todos y todas perdemos, hasta la misma gente que promueve ese clima de ofuscamiento y confusión. Y todo está extremado. A algunos gobiernos les molesta en grado sumo que la gente se organice y actúe e intentan todo para desarticular la actuación de organizaciones e individuos. Un ejemplo directo y reciente tuvo lugar con motivo de la Cumbre de los Pueblos que se celebró en paralelo a la Cumbre Climática de Lima cuando el gobierno “progresista” de Ecuador impidió el paso de la Caravana Climática Continental que iba de México a Lima, decomisando su camión con pretextos administrativos y hostigando a sus integrantes, entre los que se encontraba un grupo de Yasunidos, defensores del Yasuní contra las pretensiones del gobierno de extraerle su petróleo a esa región.

Y es que la Cumbre de los Pueblos habría de ser un momento de denuncia y vinculación entre los colectivos llegados desde los rincones de varios continentes para denunciar los ataques de las corporaciones contra la naturaleza: minería, extracción de crudo y gas con o sin fracturación hidráulica. Utilización, contaminación y privatización del agua, construcción de represas, un embate contra bosques, selvas y contra quienes los cuidan, porque además de estafarles con supuestos pagos o compensaciones, se impulsa un acaparamiento por la vía del enajenamiento de los territorios sometidos a los servicios ambientales y REDD. Está el enorme paquete del sistema agroalimentario industrial global con su promoción de semillas de laboratorio (híbridos, transgénicos y más) y paquetes tóxicos de plaguicidas y fertilizantes. La crisis hídrica en Brasil, uno de los países que posee las mayores reservas de agua del mundo, donde el agronegocio, la deforestación, las represas y la minería están dejando a todo el sureste del país sin agua, demuestra a las claras la perversidad de este sistema.

Otro ejemplo de la represión desatada, mucho más ominoso aun, son los hechos ocurridos en Honduras el pasado 26 de enero cuando la comunidad garífuna recuperada de Nueva Armenia, a pocos kilómetros de la ciudad de La Ceiba, fue atacada a balazos por desconocidos, crimen que dejó el saldo de una persona herida. Jesús Flores Satuye sufrió una herida en la cabeza y una en el brazo. Un día antes, la sede de la Vía Campesina en Tegucigalpa fue alcanzada por más de 15 disparos. Lo mismo sufrieron simpatizantes del FNRP y del partido LIBRE, que regresaban a sus hogares después de una gran movilización. Sólo por defender su territorio. la resistencia crece. La guerra contra los jóvenes desatada en varias partes del mundo, con particular saña en México y Centroamérica, ha tenido una repercusión inusitadamente mundial, que viene a imantar muchas otras luchas y resistencias que ya estaban ahí. El embate contra los jóvenes viene a impulsar una renovada movilización en las calles pero también una búsqueda por entender más, entender con otras y otros, trabajar por rehabilitarnos como sujetos, como actores y actrices de nuestra propia problemática y circunstancia, recuperando saberes, la memoria territorial de nuestro entorno y sus estrategias de laborar para producir alimentos propios, educarnos, cuidar nuestra salud, recuperar formas de la justicia más cercanas y reales. Y a fin de cuentas labrarnos un futuro propio de todas y todos, un futuro practicable y de plazo perpetuo, más justo para toda la Naturaleza, con la que estamos entreveradas nosotras (todas las personas), nosotros (todos los seres humanos). 

Author: Biodiversidad