https://grain.org/e/4463

Editorial

by Biodiversidad | 9 Feb 2012

La foto de la portada nos muestra a una persona protegida con su malla en el rostro para poder trabajar cercanamente con las abejas —una de las antiguas tareas que desde hace por lo menos tres mil años los humanos ejercen expresamente como parte de producir sus propios alimentos. La apicultura es central para la economía de muchas familias en todo el mundo y el cuidado de las abejas fomenta a su vez el cuidado que éstas ejercen sobre la polinización general de los cultivos y del universo vegetal “silvestre”.

Por eso resulta grave que ahora salten las evidencias de que los transgénicos están contaminando la miel de los apicultores mexicanos por el descuido y la irresponsabilidad de las autoridades, que menosprecian las evidencias y siguen campantes promoviendo los cultivos genéticamente modificados de soya [o soja] y maíz —que tarde o temprano inundarán México. De seguir, contaminarán sin remedio la miel de muchos productores y provocarán efectos no entendibles aún al potenciar la contaminación transgénica de más especies en más y más vastas regiones.

Esta foto en Biodiversidad es un reconocimiento a la labor de las comunidades que se dedican al cuidado de las abejas y quiere ser una alerta de la complejidad que va entreverando todas las crisis que se nos avecinan.

No es sólo que un mal se sume a otros. Tenemos que vislumbrar en todo su tejido cómo es que cada una de esas crisis se potencian unas con otras.

La crisis climática, la crisis alimentaria, la crisis financiera, la crisis energética, la crisis laboral, la crisis de sobrepoblación y hacinamiento en las ciudades, la crisis de la basura, la crisis de la violencia, al potenciarse unas con otras pueden desatar una crisis de crisis que altere a extremos insospechados cada uno de los síntomas que la gente vive en carne propia, en primera fila, sin ningún tipo de filtro o amortiguamiento que los amainen, y llegue un momento sin retorno que hay que frenar ahora.

Las compañías mineras empujan sin miramientos la apertura de más y más zonas a la exploración y la explotación. Los capitales financieros y los fondos de inversión insisten en acaparar más y más vastas extensiones de tierra de cultivo para producir, mediante métodos de monocultivo, industrializado y tóxico, más y más mercancías de exportación para su lucro desmedido.

 Los gobiernos y otros sectores financieros, empresariales e industriales en combinación, emprenden los esquemas de estafa más inusitados de la historia, al pretender vendernos la idea de que se puede pagar con dinero todo el daño que uno hace. La idea de que comprando y vendiendo el cuidado de otros uno puede lucrar y al mismo tiempo ser reconocido como alguien que es “social y ambientalmente responsable”. Así, se dice que una deforestación evitada se paga; que los “servicios ambientales” (un cuidado de bosques y aguas) “se pagan”, “se compensan”, cuando se trata tan sólo de un complejo sistema de especulación que cotiza en la bolsa los “metros cúbicos de carbono que alguna empresa archi-contaminante disminuyó en sus emisiones”. Que cotiza en la bolsa “la posibilidad de que alguna comunidad en algún lugar mantenga sus cuidados y eso pueda venderse por más y comprarse por menos”. Todo esto sin cambiar de fondo las prácticas nocivas de contaminación.

Y mientras ese mercado consolida sus ganancias, las comunidades pierden la autoridad (quedan enajenadas) del manejo de sus territorios, es decir, de su cuidado histórico, ancestral, sobre vastas extensiones que son invadidas por la infinidad de proyectos y programas que llegan detrás de los “mecanismos de desarrollo limpios”.

Uno de ellos muy peligroso es la nueva tendencia, creciente y pujante, de que deben aprovecharse todas las extensiones de terreno sin cultivar, todo el matorral, todo lo silvestre, toda la “biomasa”, para fabricar ropa, embalajes, nuevos materiales, forraje, compuestos químicos, fármacos, combustibles, en un mercado nuevo que ilusamente les parece infinito e inagotable cuando en realidad consumirlo será un suicidio rápido y candente.

Esa tendencia extremará las crisis que ya sufrimos. Las empresas no quieren considerar ningún equilibrio a su voracidad y van literalmente por todo.

Lo de la miel es sólo un ejemplo relacionado con la gran promoción de los transgénicos que sigue adelante, con la privatización y criminalización de las semillas ancestrales que sigue adelante. Es un “efecto colateral” muy oscuro, que nos prende focos rojos en torno a todo lo que empresas y gobiernos no consideran.

¿Cuánto puede durar una situación donde el hambre muerde, donde más y más territorios son invadidos por las mineras, donde manantiales y torrentes de agua son trasvasados, privatizados, contaminados, donde las semillas se pierden, los migrantes regresan menos y menos, los programas gubernamentales dividen, corrompen y engañan y hay leyes que traicionan el sentido más profundo del derecho?

Pero las comunidades no están con los brazos cruzados. Desde la entrada del nuevo milenio, en una época en que el desencanto con las instituciones nacionales e internacionales cundió por toda América Latina (y quizá en todo el mundo), la gente comenzó a organizarse y a entender más en conjunto, más en la integralidad de todo lo que ocurría en todas partes. Se comenzó a vincular por regiones, por países y continentalmente, y comenzó a tender puentes entre un factor y otro, entre una política pública y otra, entre un efecto nocivo y otro. Y logró un entendimiento de las condiciones que se viven, de los responsables de esas condiciones, y un entendimiento de las posibles maneras de transformar dichas condiciones y de quiénes son esos y esas otras y otros con quienes relacionarnos para entender más y para emprender acciones más eficaces y de más largo aliento.

Sólo los pueblos y comunidades han logrado esa panorámica tan total.

Proliferan así los tribunales éticos por todo el continente: es la necesidad de regresar la responsabilidad a nuestras actuaciones colectivas en el momento en que las corporaciones y muchos gobiernos hacen todo lo posible por evadir responsabilidades.

Por todos lados, en muchos espacios de diálogo, se abre la sistematización y la reflexión como aprendizaje compartido. Biodiversidad, sustento y culturas busca sumarse a ese entendimiento y proponer, aprender, reunir, difundir, exponer. En esos caminos nos encontraremos.

Biodiversidad

Author: Biodiversidad