Por Miguel Ángel García A. (*)
"Aún no se veía la superficie de la tierra sino que sólo estaba el mar represado, y sólo el vacío del cielo. Sólo el germen del agua, en la mar sosegada en las aguas serenas. Sólo estaba el silencio, el reposo, en la obscuridad, en las tinieblas. Sólo estaba el Creador y Formador; los gérmenes de las cosas estaban puestos por Él, con toda pureza, en las aguas. Esta agua se desembarace, y cuando se refina en mares y ríos, quede el Uleu, la tierra. Así quedará todo limpio y se podrá sembrar en el cielo y la tierra, y de esa manera las criaturas que nazcan no tendrán obstáculos, ni existirán éstos cuando nazcan los hombres". (Del Popol Vuh, libro sagrado de los Mayas).
La Tierra, nuestra casa, ha sido bautizada el "Planeta Azul" por la imagen que suspendida en el espacio proporciona y que nos permite admirarla, aunque sea a través de una fotografía. Y es que el hermoso color azul que muestra nuestro planeta se lo otorga la aparente abundancia de un vital líquido, el cual así de sencillo como lo percibimos, ha sido la fuente primaria de origen y sustento fundamental de todas las formas de vida presentes desde siempre en la biosfera terrestre: el agua.
Único elemento de la naturaleza capaz de mostrar sus tres estados sólido, líquido o gaseoso en el medio ambiente, el agua nos da a las personas comunes la impresión de ser inagotable, más aún cuando miramos la magnificencia de los mares o cuando vemos caer torrenciales aguaceros en los veranos.
Nada más lejos de lo que está ocurriendo, por lo menos a nivel del agua potable para consumo humano: el líquido disponible se nos está agotando.
Aunque tres cuartas partes de nuestro planeta están cubiertas de agua (la misma proporción que posee nuestro organismo) el 97% de ella es salada. Del 3% restante, dos terceras partes se encuentra en los casquetes polares y cimas de montañas en forma de hielo y nieves perpetuas, quedando únicamente 1% del total del agua existente en el mundo para el consumo humano; y ésta se encuentra distribuida de forma muy desigual en todo el globo terráqueo, siendo un hecho común el que aquellas regiones y países que tienen la enorme fortuna de poseerla siguiendo las pautas del modelo de desarrollo industrial y consumista globalizador se dediquen a contaminarla y desperdiciarla, provocando además, estos mismos países y elites sociales de forma directa o indirecta la acelerada destrucción de los bosques del mundo, alterando con ello de forma muy grave el ciclo hidrológico mundial, en el que se basa la captación y filtración del agua pura.
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Por algo, el reconocido futurólogo Alvin Toffler señaló, desde hace ya algunos años, que en el siglo XXI las guerras en el mundo se darían no sólo por el control del petróleo, sino por apoderarse de las fuentes y caudales de agua dulce, lo cual es una realidad inmediata que ya observamos en dimensiones que van desde grandes regiones del mundo (Palestina-Altos del Golán o la zona del Iguazú en Sudamérica, frontera trinacional entre Brasil, Argentina y Paraguay); hasta conflictos entre países (recordar el diferendo binacional México-EEUU por el agua del río Colorado); entre estados (Guanajuato contra Jalisco por el embalse del Lago de Chapala, en México); entre comunidades (tenemos el reciente caso ocurrido en Zinacantán , Estado de Chiapas en México, contra bases zapatistas); e inclusive entre barrios (como en la Delegación Iztapalapa en la ciudad de México).
Lo grave es que este diagnóstico y esta catastrófica visión ya la tienen absolutamente clara como el agua las corporaciones multinacionales que controlan el embotellamiento y la distribución del vital líquido: Coca Cola, Pepsi Co, Nestlé, Mitsubishi, Evián, Price Water House, entre otras, quienes de diversas maneras se están posicionando en los territorios que poseen los últimos caudales superficiales o mantos subterráneos de agua dulce no contaminada, tratando de forzar a través de los Organismos Multilaterales (Banco Mundial, Fondo Monetario, Grupo de los 8, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico y Organización Mundial de Comercio) a los países subdesarrollados poseedores de estas fuentes a que privaticen su extracción, aprovechamiento y distribución, amén de las presiones que ejercen también las corporaciones dedicadas a la generación y distribución de electricidad, interesadas en que se sigan construyendo en los países pobres gigantescas centrales hidroeléctricas y a que, al mismo tiempo, se hagan reformas constitucionales para privatizar también la generación y venta del fluido eléctrico.
Como hemos ido viendo, el panorama mundial que presenta el agua se reproduce y refleja -a diferente escala y de diferente manera- en nuestro país. Aunque México está todavía considerado como una nación de presión moderada sobre el agua -con una precipitación promedio de 772 milímetros por año y una disposición natural media nacional de 472 kilómetros cúbicos de escurrimiento superficial virgen y de recarga de acuíferos, de los cuales en el año 2000 se extraían sólo 72 para los distintos usos y consumos- este imprescindible elemento no se encuentra equitativamente distribuido ni racionalmente utilizado. A nivel regional, por ejemplo, el sureste de México concentra el 68% de los escurrimientos y únicamente el 23% de la población, mientras que el norte, noroeste y centro (zonas donde se concentra el 77% de los habitantes de población) el escurrimiento sólo llega al 32%. A nivel de usos, el 78% del agua extraída de montes, ríos, arroyos y lagos, tiene un destino agrícola; el 2% pecuario, el 8% se va a la industria y el 12% se destina al uso público urbano. A nivel de sectores de población, la población urbana concentrada paradójicamente en las zonas centro y noreste del país_ dispone en un 95% de agua potable, mientras que de la población rural _ubicada mayoritariamente en el sur-sureste_ sólo alcanzan este beneficio el 68% de las familias.
En nuestro país también podemos observar las nefastas y depredadoras consecuencias en el agua, del globalizante modelo de desarrollo que, como Nación, nos hemos empeñado en seguir. De las seis principales cuencas hidrológicas de México, tres de ellas se encuentran con un nivel muy alto de contaminación por desechos industriales, petroleros, urbanos y pesticidas, que las hacen no aptas para consumo humano (el Lerma-Santiago, el Alto Balsas y el Coatzacoalcos); otras dos alcanzan ya un nivel medio (el Papaloapan y el Grijalva); y sólo en una de ellas sus aguas se encuentran todavía en un nivel aceptable de pureza: la cuenca del Río Usumacinta, que es a la vez el río más caudaloso de nuestra Nación y cuya desembocadura en el océano Atlántico unido en su parte final con el Río Grijalva- se encuentra frente a frente en línea recta (Golfo de México de por medio) con la desembocadura del Río Mississippi, paradójicamente la cuenca de agua dulce mayormente contaminada del mundo, pues arrastra en su caudal los desechos tóxicos de la zona más industrializada y "desarrollada" del planeta: la costa este de los Estados Unidos de Norteamérica.
Cualquiera que mire un mapa fisiográfico e hidrográfico del Estado de Chiapas, podrá observar que el Usumacinta en su recorrido, envuelve caprichosamente en forma de "U" inclinada al noroeste, a la Reserva de Biosfera Montes Azules (porción centro y sur de la Selva Lacandona) siendo alimentado en su camino por una gran cantidad de ríos. Esto significa que una gran parte del caudal de este importantísimo río depende de la precipitación y escurrimientos que capta la cubierta forestal que conforma la selva de los Montes Azules (otra parte sustantiva de las aguas del Usumacinta provienen de las selvas del Petén y del Ixcán guatemalteco). De ahí que en esa recóndita y selvática región de Chiapas y de México, lugar donde se incubó, se gestó y se resguarda el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se está dando en estos momentos una intensa y sorda pugna por el control del territorio de la Reserva de Montes Azules y de sus valiosos y estratégicos recursos naturales (agua y biodiversidad, principalmente); lucha desigual que enfrenta a pueblos indios tzeltales, tzotsiles, choles y tojolabales, organizados alrededor o cercanos a la resistencia zapatista, con gigantescas corporaciones multinacionales (embotelladoras, agroalimentarias, farmacéuticas, constructoras y generadoras de energía) apoyadas todas éstas por el ya citado proyecto del presidente Fox denominado Plan Puebla Panamá (PPP) y cuyos intereses se ven representados y defendidos, a través de la acción de supuestas Organizaciones No Gubernamentales, algunas filiales de verdaderas corporaciones conservacionistas norteamericanas que se encuentran financiera y programáticamente vinculadas a las citadas empresas multinacionales. Podemos citar entre estas "ONGs" a Conservación Internacional (CI), The Nature Conservancy (TNC) y World Wildlife Fund (WWF); y otras, de origen nacional que operan, unas como maquiladoras científicas (Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable, fundada por el ex-director general de Areas Naturales Protegidas de SEMARNAP), o como agentes de provocación social (Merolek A.C., presidida por un ex-consultor del Banco Mundial).
Así, encubiertos con el disfraz de una "filantropía verde" que manipula y desinforma a través de los medios de comunicación, utilizando el discurso de la conservación ecológica en "beneficio de la humanidad", estos poderosos intereses y sus representantes nacionales exigen y presionan hoy día para lograr el desalojo violento si fuera necesario- de más de 40 poblados indígenas, asentados en la Reserva Montes Azules, en calidad de desplazados políticos y de guerra (a causa de la violencia militar o paramilitar ejercida en distintas regiones del Estado a partir de 1994) o económicos (expulsados de sus lugares de origen por la carencia de tierras y de oportunidades de vida).
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En Montes Azules se da entonces también la pugna entre dos propuestas conceptuales diametralmente opuestas: aquella que propugna la conservación ecológica sin los pueblos y contra los pueblos, para beneficio y lucro privado de intereses corporativos multinacionales, frente a la conservación ecológica con los pueblos, por los pueblos y para los pueblos, como una justa manera de reconocer y valorar la creación y de defender nuestra soberanía nacional.
Aquí, como en ningún otro lado, se aplican las sabias palabras del jefe Seattle dichas a mediados del siglo XIX, cuando el presidente de los Estados Unidos trató de comprar las tierras a la tribu piel roja: "… El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino que también representa la sangre de nuestros antepasados: si les vendemos la tierra, deben recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de la vida de nuestra gente. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos, y por lo tanto deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano…Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos: todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra"
(*) Coordinador General de la Organización No Gubernamental mexicana «Maderas del Pueblo del Sureste, A. C.», institución que trabaja en la selva Lacandona apoyando a comunidades Tzeltales y Choles amenazadas por el desalojo gubernamental. Miguel Ángel es además corresponsal de Biodiversidad. Este artículo ha sido extractado del trabajo «Aguas y biodiversidad en Montes Azules: obras de la creación o botín de multinacionales. Por el artículo completo, contactarse con [email protected]