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El día en que muera el sol

by Silvia Ribeiro | 17 Jul 2004

Por Silvia Ribeiro (*)

"Cuando se siembra el maíz, se echan cuatro granos por golpe, porque uno es para los animales silvestres, otro es para los que les gusta lo ajeno, otro para los días de fiesta y otro más para consumo familiar; los criterios de rendimiento, eficiencia y productividad occidentales son ajenos a la cultura zapoteca. El maíz no es un negocio, es el alimento que permite la supervivencia, que nos sustenta y nos alegra, por eso antes de plantarlo lo bendecimos para pedir una buena cosecha para todos. Desgraciadamente, se descubrió que en varias comunidades de la Sierra Juárez, los maíces nativos están contaminados por semillas transgénicas. Lo que a nuestros pueblos indígenas costó desarrollar miles de años, hoy las industrias que comercian con la vida lo pueden destruir en poco tiempo" (Aldo González Rojas, indígena zapoteco de Oaxaca).

El maíz campesino mexicano, origen de la vida y la cultura, esencia de la carne de los pueblos que a su vez lo crearon y lo cultivaron, está contaminado con transgénicos. Como ya nos decía el artículo de GRAIN "Las enseñanzas del maíz" [1], lo sabíamos todos, lo sabe el gobierno, lo saben los científicos, lo sabe el mundo. La contaminación es un hecho inherente a la presencia de transgénicos e inevitable una vez que éstos llegan a los campos, sea a corto, mediano o largo plazo. Pero además, fue un crimen intencional. ¿O acaso los "científicos" que crearon los transgénicos para las multinacionales no sabían que el maíz se cruza abiertamente con otras plantas, que insectos y vientos transportan el polen cubriendo distancias cada vez mayores?

No sólo el maíz está contaminado. Como una epidemia la contaminación acompaña a la introducción de cultivos transgénicos. En el 2002 Agri-food Canada informó que las semillas fundacionales de canola en Canadá estaban contaminadas [2]. Recientemente, la Unión de Científicos Preocupados dio a conocer un informe sobre la contaminación transgénica de semillas de variedades convencionales en Estados Unidos [3] según el cual un mínimo de 50% de las semillas de maíz, 50% de semillas de algodón y 80% de las semillas de canola de ese país contienen ADN transgénico.

Alertan sobre el riesgo de desaparición futura de las semillas libres de transgénicos y la amenaza de contaminación de la cadena alimentaria con transgénicos modificados para producir farmacéuticos y productos industriales. Hasta el propio New York Times, en su editorial del 1-3-2004, señala: "Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad en gran parte de su historia". Nombran como ejemplo grave la contaminación del maíz en México "hogar ancestral del cultivo y sitio de la mayor diversidad de éste". Urgen a que el gobierno encare estudios amplios sobre el tema, y agregan que "ya es tiempo de que los cultivos genéticamente modificados sean sometidos a un sistema de pruebas más riguroso y coherente. La escala del experimento en el que se ha embarcado a este país [Estados Unidos] y los efectos potenciales sobre el medio ambiente, la cadena alimentaria y la pureza de las semillas tradicionales_ demanda vigilancia en la misma escala."

La estrategia está más evidenciada que nunca: crear situaciones de hecho, contaminado desde nuestros campos a nuestros alimentos, y esperar que cuando se aprecien claramente los daños, será demasiado imponente, demasiado generalizado para encontrar a los responsables y para revertir la contaminación. Al contrario, las mismas empresas, otra vez con ayuda de los gobiernos, inician una nueva fase del ataque, ahora el campo legal. En Canadá, donde se comprobó que la canola transgénica ha contaminado la mayor parte de los cultivos de canola _que se cruza y se difunde aún más que el maíz y con una gran variedad de cultivos emparentados_, se advierte a los agricultores que no usen sus propias semillas ni las guarden para la próxima cosecha, porque las empresas los pueden procesar por "abuso" de sus genes patentados.

En México, centro de origen del maíz y muchos otros cultivos, la situación es aún más grave, ya que los elementos en juego son exponencialmente mayores en cantidad y complejidad, tanto por la presencia de muchísimas más variedades de cultivos y de parientes silvestres, de muchas más especies de fauna y flora en ecosistemas y agrosistemas y por tanto de multiplicación de impactos potenciales; pero sobre todo, por el profundo significado cultural, en su sentido más amplio, del maíz.

Sabiendo que la contaminación es una realidad que existe en muchos países, quizá inadvertida o como amenaza inminente en muchos otros, la experiencia de las comunidades indígenas y campesinas y las organizaciones de la sociedad civil de México para enfrentar el tema puede aportarnos elementos valiosos para la reflexión y la situación que vivimos en cada lugar donde estemos. Este artículo intenta trasmitir los aspectos claves de ese proceso.

Los pueblos del maíz

El maíz es el logro agronómico más importante de la historia de la humanidad: de un simple "pasto" (el teocintle) los pueblos campesinos indígenas de Mesoamérica crearon una planta con gran valor nutricional, de enorme versatilidad para su cultivo en muchos ecosistemas diferentes y para multiplicidad de usos. No se reproduce en forma silvestre, es un cultivo ligado para siempre a sus creadores a los que según los mitos fundantes de las culturas mesoamericanas, también creó, en un camino de cuidados recíprocos.

Entre los cientos de maíces tradicionales usados diariamente por los campesinos e indígenas de México existen los más diversos colores -blancos, rojos, amarillos, azules, negros, pintos-, con mazorcas que van desde pocos centímetros hasta más de treinta centímetros, con diferentes formas de mazorca y cantidad de granos. Entre otras, encontramos las variedades bolita, reventador, palomero toluqueño, palomero de chihuahua, celaya, dulce, serrano de Jalisco, olotillo, tuxpeño, chapalote, tabloncillo, zapalote chico, zapalote grande, conejo, nal tel, cacahuacintle, chalqueño, arrocillo, tepecintle, comiteco, pepitilla, ancho, tablilla de ocho, otaveño, apachito, dulcillo del noroeste, ratón, vandeño, olotón, tehua, jala, zamorano y chiquito.

El maíz en México es mucho más que un cultivo. Es elemento central de la cultura culinaria rural y urbana, es corazón de la historia y el presente de los pueblos de México, de su economía, de sus religiones e ilusiones. Los ciclos y usos del maíz dan forma a la fiesta y a la estética, crean muebles y utensilios específicos, moldean la arquitectura. En los pueblos indígenas y campesinos es la base de la identidad y de la autonomía.

La contaminación transgénica del maíz campesino no se trata entonces de un hecho simple. Al decir de Alvaro Salgado, de el Centro Nacional de Apoyo a las Misiones Indígenas (CENAMI), "es una agresión en lo más profundo de lo que da identidad a México y sus habitantes originarios. Por eso, las comunidades y las organizaciones hemos decidido tomar el problema en nuestras propias manos" [4].

Respuestas de la sociedad civil

La contaminación transgénica en México, y sobre todo la discusión colectiva que ha tenido el tema entre comunidades y organizaciones indí genas y campesinas, así como organizaciones de la sociedad civil, nos muestras aspectos del tema que ilustran la complejidad del problema y también la complejidad de la resistencia a la contaminación. Situada en el polo opuesto a la resignación que esperaban las multinacionales, de que la contaminación generalizada llevaría a todos a "rendirse" [5], las comunidades y pueblos indígenas y campesinos de México, no han cesado de elaborar y organizarse para enfrentar el conjunto de problemas que les plantea la contaminacion de su maíz.

Cuando se comprobó la contaminación, muchas organizaciones de la sociedad civil manifestamos nuestra protesta, a nivel nacional e internacional. Entre las demandas que se plantearon, están las exigencias de parar las fuentes de contaminación, pedir a los gobiernos e instituciones internacionales que intervengan para monitorear la contaminación, hacer estudios de sus impactos, hacer "planes de contingencia" y demandar a las empresas multinacionales por su responsabilidad en el tema. Algunos también plantearon la necesidad de regulación nacional e internacional sobre bioseguridad. A nivel de alternativas, demandamos respuestas de FAO, CIMMYT y CGIAR sobre los bancos de genes internacionales públicos y políticas claras para mostrar que no estuvieran contaminados, garantías de que no lo serían en el futuro y que se llamara a una moratoria.

La elaboración, discusión y acción de las comunidades indígenas y campesinas de México ha ido mucho más lejos y con mayor profundidad, y su experiencia es una fuente invalorable de conocimientos para entender el tema de la contaminación y seguir construyendo la resistencia en muchas otras partes del mundo.

Las causas de la contaminación

Seguramente, la causa principal de la contaminación del maíz campesino en México, es la importación de maíz no segregado desde Estados Unidos. De la autosuficiencia en el abasto a fines de la década de 1980, México, siendo centro de origen del cultivo, pasó a ser un importador de maíz, debido a políticas agrícolas nacionales de desestímulo a la producción de pequeña escala, que se empeoraron notablemente con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Actualmente México importa de Estados Unidos aproximadamente un tercio de su consumo nacional de maíz. Más del 40 por ciento de la producción de maíz de ese país es transgé nica y como se ha negado a la segregación, un mínimo equivalente a ese porcentaje ha estado entrando a México en sus importaciones, durante más de ocho años. Otra causas de contaminación serían los granos entregados como ayuda alimentaria provenientes del Programa Mundial de Alimentos y de ONGs internacionales, donde se repite la conducta de que los campesinos, sin semillas, plantan una parte de lo que reciben. Hay muchas causas posibles, pero la principal es el hecho mismo de que unas pocas empresas transnacionales gigantes no tuvieron ningún reparo en modificar genéticamente un cultivo de polinización abierta, de gran importancia económica y cultural para los campesinos en el mundo entero, sin ninguna certeza de las consecuencias que podría tener en el ambiente y las personas, pero obviamente sabiendo que se iba a cruzar y contaminar las variedades campesinas.

La respuesta oficial

Cuando se conoció la contaminación de maíz transgénico en México, debido a las pruebas que tomaron e hicieron públicas los investigadores de Berkeley Ignacio Chapela y David Quist (que a raíz de esto sufrieron el ataque virulento de gran parte de la comunidad científica amiga de la industria biotecnológica), el gobierno de México, con pocas excepciones [6] se comportó con la mayor irresponsabilidad, primero negando el hecho, luego restándole importancia y hasta el día de hoy echando un manto de silencio a cualquier discusión sobre el tema. Por el contrario, continuaron las importaciones y siguieron eliminando voluntariamente los aranceles a los que les da derecho el TLCAN para proteger la producción nacional en un período de transición. Al asumir la Secretaría de Agricultura (SAGARPA) la presidencia rotativa de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (CIBIOGEM), ésta anunció que iba a suspender la moratoria a la siembra de maíz transgénico y ante la entrada en vigor de Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, firmaron un acuerdo trilateral que vacía de contenido las ya magras exigencias del Protocolo. Según este acuerdo, del 29/11/2003, México acepta que los embarques procedentes de Canadá y Estados Unidos no necesitan identificar si existen transgénicos, en caso de que la presencia fuera "adventicia" o si éstos no superan el cinco por ciento de contaminación (porcentaje absurdamente alto y arbitrario, que además queda en manos de las propias empresas declarar si lo encontraron o no). Complementariamente, algunos representantes de la Academia Mexicana de Ciencias, como Francisco Bolívar Zapata, elaboraron un proyecto de ley llamada de "bioseguridad", que no se basa en el principio de precaución y por muchas razones más, es claramente un marco para impulsar la siembra de transgénicos y legalizar la contaminación en México. Comprando el argumento de que tiene bases "científicas", dicho proyecto ya fue aprobado por todos los partidos en el Senado y está en discusión en la Cámara de Diputados. La opinión de las comunidades indígenas y campesinas es que "esta ley es una vergüenza y una ofensa para los campesinos e indígenas y en general para todos los ciudadanos de México". Sin embargo, aclaraban "no estamos pidiendo una ley "mejor": pensamos que México, como centro de origen del maíz no necesita ni debe tomar los riesgos sociales, económicos y ambientales que implican los transgénicos, sencillamente debe prohibirlos" [7].

El ataque a los pueblos del maíz

Como contraste con la posición oficial, la noticia de la contaminación del maíz alarmó a toda la población, pero fundamentalmente despertó una enorme inquietud en los millones de indígenas y campesinos. A pocos meses de la denuncia de Chapela y Quist, en enero de 2002, se reunieron en la Ciudad de México más de trescientos delegados indígenas, campesinos, de organizaciones civiles, académicas y religiosas en el primer foro "En Defensa del Maíz".

La riqueza de los análisis y propuestas se plasmaron en las conclusiones del encuentro, que incluye declaración, demandas y propuestas de políticas, estrategias de acción rurales y ciudadanas y entre otras cosas establecía el contexto en el que se ve la contaminación: "El maíz es patrimonio de la humanidad, resultado del trabajo de domesticación de los pueblos indios y campesinos mesoamericanos por más de diez mil años, y no de las corporaciones transnacionales. La contaminación transgénica a las variedades nativas de maíz representa un daño a la memoria genética de la agricultura tradicional mexicana, que puede ser irreparable. Las políticas agrícolas y comerciales atentan contra la producción nacional de maíz, núcleo de la economía y organización campesina y contra la soberanía alimentaria. El maíz representa más de diez mil años de cultura y es la herencia de los pueblos indios y campesinos de México. El cultivo de maíz es el corazón de la resistencia comunitaria [8]. Ya desde el inicio, quedaba claro que no se trataba solamente del hecho aislado de la contaminación del maíz como un problema ambiental o de salud, o incluso sólo de "transgénicos" como un tema fragmentado, sino de un contexto general, que en el segundo Foro "En Defensa del Maíz" realizado en el 2003, se plasmó en el concepto "el ataque a los pueblos del maíz". En retrospectiva, varias de las conclusiones y propuestas de este primer foro (se pueden consultar las conclusiones en su totalidad, ver nota 5) han sido evaluadas críticamente y no necesariamente las seguimos sosteniendo. Sin embargo, es interesante notar que gran parte de ellas se han ido realizando y/o dieron la tónica para el trabajo que desde muchos frentes han seguido múltiples organizaciones. Un aspecto importante es que fue quedando claro para todos que lo que necesitábamos no era una "campaña", sino un proceso, que no sería lineal ni a corto plazo, que debíamos ir definiendo en un amplio trabajo diverso, colectivo y horizontal, y cuyos objetivos concretos, metodologías y formas irían cambiando continuamente por el carácter autogestionario y culturalmente diverso del mismo.

Sin maíz no somos

Según relata Ramón Vera Herrera, en un excelente documento que intenta reflejar los múltiples aspectos de este proceso detonado por la contaminación del maíz [9], "ante un panorama de intereses creados, irresponsabilidad de los funcionarios y el desprecio de los organismos internacionales encargados de velar por las semillas, la alimentación y los derechos de los pueblos, las comunidades y las organizaciones campesinas e indígenas, al igual que las organizaciones de la sociedad civil, comenzaron a emprender acciones: en principio de información y análisis, marchas y cartas de protesta, cabildeos diversos y muchos talleres regionales. Había y hay una inquietud real en la mera idea de que estuviera contaminado lo más sagrado de su vida y fuente primordial de su alimentación, eso que los hace ser y les brinda identidad trabajada durante milenios (en el caso de los pueblos indios y los campesinos pobres), o un cultivo que para muchos pequeños productores es el centro de su estrategia (para quienes ven en la siembra comercial del maíz una fuente de ingresos concreta). Cuando los comuneros wixaritari (o huicholes) se enteraron del asunto, uno de ellos comentó, de inmediato y contundente:´sin maíz no somos, no sólo estaríamos muertos, dejaríamos de ser´".

Pronto, de varios enclaves del país comenzaron las reflexiones. Tal vez la reflexión de Aldo González resuma muchas de las inquietudes que se suscitaron en los meses siguientes al Primer Foro en Defensa del Maíz y que comenzaron a plasmarse en documentos diversos. Dice González: "Nosotros creemos que se tiene que hacer una investigación seria para determinar con precisión cuáles son los predios contaminados, que es lo que a nosotros nos interesa porque lo que queremos es poner un límite entre las semillas transgénicas y las que no lo son. (Â…)

En la Sierra Juárez nos estamos informando, pero hace falta más información de nuestras mismas comunidades. Nos preocupa que esto pueda estar ocurriendo en otros lugares del país. Para nosotros las semillas nativas son un elemento muy importante de nuestra cultura. Podrán haber desaparecido las pirámides, las podrán haber destruido, pero un puño de semilla de maíz es la herencia que nosotros podemos dejarle a nuestros hijos y a nuestros nietos, y hoy nos están negando esa posibilidad. El proceso de globalización que se vive en nuestro país y el solapamiento de las autoridades gubernamentales está negando a las comunidades indígenas el que puedan seguir transmitiendo esta herencia milenaria. Son más de diez mil años de cultura: nuestras semillas han probado durante diez mil años que no le hacen daño a nadie. Hoy nos están diciendo que las semillas transgénicas no hacen daño. ¿Qué pruebas tienen al respecto? Nosotros sí tenemos pruebas: diez mil años de práctica lo demuestran. Cinco años o seis años de práctica de la siembra de maíz transgénico en el mundo no nos están dando ningún indicador de que estas semillas, o de que estos granos, no vayan a causar daño a la humanidad. Después de diez mil años nuestras semillas siguen vivas. Bien podemos poner en duda las semillas de ellos, que no tienen demostración al respecto" [10].

Los tzotziles de San Andrés Sacamch'en, Chiapas, que fuera sede de los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno federal en 1995, apuntaban preocupados por la contaminación de sus semillas:

"Somos de Los Altos de Chiapas, somos personas hechas de maíz y de barro. Somos tzotziles, pero nuestro nombre verdadero se ha transformado en la punta de la lengua de los invasores. Somos indígenas desde que nuestra madre tierra nos parió y lo seguiremos siendo hasta que la misma madre tierra nos trague.

[...] Luchamos por lo que fuimos ayer, lo que somos y lo que mañana seremos. Luchamos para conocer la historia, para rescatar nuestra cultura, porque bien sabemos que si un pueblo conoce su historia jamás será condenado a repetirla y jamás será vencido.

[...] Nos preocupa que nuestro maíz se acabe, por eso en nuestras escuelas queremos crear un banco de semillas para conservar nuestro maíz, para luego fomentar que en cada comunidad se establezcan bancos de semillas. En nuestra escuela se está llevando a cabo un proyecto en defensa de nuestro maíz natural que lleva por nombre "Semilla madre en resistencia de nuestras tierras chiapanecas". Estamos en contra del maíz transgénico, y juntos y con todo el pueblo de México esperamos salvar parte de nuestra vida que nos la quieren arrebatar [11]".

En las reuniones indígenas, por todo el país, comenzó entonces a gestarse un movimiento fuerte, invisible, para defender el maíz y entender las implicaciones de su contaminación. Los pronunciamientos se multiplicaron.

Desde enero de 2002 y hasta la fecha, en las diversas reuniones del Congreso Nacional Indígena (CNI), en particular en la Región Centro Pacífico, los pueblos y comunidades discutieron el problema de la defensa del maíz con una perspectiva integral, y en los resolutivos se remacharon los resolutivos del Primer Foro en Defensa del Maíz y de múltiples talleres que proliferan, aún hoy, por el territorio nacional: defender el maíz nativo, rechazar el maíz transgénico e iniciar discusiones para entender las mejores formas de cuidar su herencia milenaria.

Los pueblos indios vinculan de inmediato la defensa del maíz con la pertinencia de mantener sus saberes tradicionales y para ellos, defender el maíz es defender sus recursos naturales, la biodiversidad, su negativa a la bioprospección y las patentes, y emparentan todo esto al ejercicio de la medicina tradicional, otro enclave de saberes, pues para los pueblos los que curan no sólo atienden a las personas sino al todo. Cuidan el mundo, como bien dicen los huicholes o wixaritari.

Dos meses después, en el Foro Nacional en Defensa de la Medicina Tradicional, (organizado por comunidades y organizaciones que se reconocen en el Congreso Nacional Indígena) el encuentro indígena más importante desde la Caravana del Color de la Tierra, celebrado el 16 de setiembre de 2002 en el territorio hñahñu de M'enhuani-Atlapulco, Estado de México, y que contó con la presencia de infinidad de médicos tradicionales, autoridades y delegados de comunidades y organizaciones indígenas después de exigir respeto a los territorios indígenas, a los recursos naturales, a la biodiversidad y a los saberes ancestrales y modernos propios de los pueblos indígenas, después de negarse a la convalidación de la práctica médica tradicional por parte de las autoridades sanitarias del país, después de reivindicar los Acuerdos de San Andrés, su autonomía y sus gobiernos propios, habiendo declarado una moratoria contra la bioprospección en los territorios de los pueblos firmantes, estos pueblos hicieron un pronunciamiento contundente con respecto a la contaminación transgénica:

"... Como parte de nuestra defensa de la madre tierra y todo lo que en ella se nace, repudiamos la introducción de maíces transgénicos a nuestro país, pues la madre maíz es fundamento primero de los pueblos nuestros. En consecuencia exigimos al gobierno federal declare una moratoria indefinida en la introducción de maíces transgénicos con independencia del uso que se les pudiera dar".

Dándole vuelta a la pisada

Como bien lo define Ramón Vera, lo que se inició fue un amplio proceso autogestionario aparentemente "invisible", del que en un artículo apenas se puede mostrar una pequeña parte. En este proceso de discusión colectiva, donde los diferentes encuentros y talleres van diseñando las estrategias a seguir, va quedando claro que no es posible separar la defensa del maíz e incluso su descontaminación, de la integralidad de las formas de vida. El pueblo wixárika, por ejemplo, lo plantea de esta manera:

"—Está bien: defender el maíz...

—Pero defenderlo implica que los suelos puedan reconstituirse...

—Entonces hay que cancelar los agroquímicos que lo han deteriorado, es decir, volvamos a las siembras sin químicos...

—Pero entonces debemos propiciar que no haya tampoco deslaves ni erosión...

—Está bien, para eso debemos reequilibrar el agua...

—Está bien, pero eso implica entonces cuidar los bosques, pa' que detengan la erosión, propicien las lluvias, refresquen con oxígeno la región...

—Sí pero para eso debemos defender nuestro territorio y para hacerlo es necesario emprender acciones en pos de nuestros derechos agrarios y de pueblo...

—Sí pero eso implica un trabajo de organización comunal real, donde quienes sean representantes, de veras obedezcan el mandato de la comunidad.

—Eso a la vez implica entonces reforzar el papel de las asambleas comunitarias, ya no sólo comunales, cerrando la brecha entre las autoridades tradicionales y las agrarias, algo que los gobiernos intentaron siempre separar.

—Entonces se hace necesario tener maíz, para que quienes asuman un cargo no se vean en la necesidad de trabajar en otras cosas, y al mismo tiempo sigan anclados a la tierra, como campesinos en igualdad de circunstancias que el resto de los comuneros".

Para los wixaritari, entonces, existe una especie de círculo mágico que arroja una propuesta de integralidad donde nada de lo que hagan puede estar desvinculado. Y entonces proponen una reconstitución integral de las comunidades, enfatizando la organización comunitaria y el cultivo del maíz como corazón de una resistencia y por ende la posibilidad de una autonomía, ejerciendo plenamente su territorio en todos los planos, desde el más geográfico hasta el sagrado, pasando por la riqueza de las relaciones humanas y con todo, por que todo está vivo [12].

De muestreos, bancos y aprendizajes colectivos

Junto a los encuentros y talleres, también se realizó un proceso de diagnóstico para detectar la presencia de maíz transgénico en diferentes comunidades. Con el apoyo de organizaciones de la sociedad civil nacional e internacional, de biólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México y con la participación directa de las comunidades, se tomaron muestras de maíz campesino de 138 comunidades indígenas y campesinas, en nueve estados de México para analizarlas. Los resultados fueron tremendos: se constató la contaminación transgénica en los nueve estados muestreados y en el 24 por ciento de las comunidades que participaron [13].

El segundo Foro En Defensa del Maíz, realizado en diciembre de 2003, fue una instancia para evaluar estos resultados, junto con todas las otras medidas, acciones y elaboraciones que se habían multiplicado por todo el país desde el primer foro. Una primer reacción de las comunidades fue la preocupación por el alto nivel de contaminación y la incertidumbre de saber si sus propias parcelas estaban contaminadas y cómo hacer para seguir con los muestreos y diagnósticos. Sin embargo, la reflexión colectiva fue que aún cuando se consiguieran medios para muestrear más comunidades _y nunca se conseguirán para muestrear los miles de comunidades de México_, este proceso debería repetirse ante cada nuevo período de siembra, ya que las fuentes de contaminación siguen abiertas. Esto, aún si fuera posible, llevaría a una dependencia técnica y económica que los alienaría aún más de sus propias formas de vida y que en el peor caso podría incluso significar que la entrada de técnicos a sus comunidades aumentara la erosión cultural de sus propias formas de vida, de producción, de semillas, etcétera.

La reafirmación de que lo que los hacía vulnerables a la contaminación eran una serie de factores de medidas económicas y políticas nacionales e internacionales (acuerdos de libre comercio, migraciones masivas, erosión cultural y alimentaria, pobreza urbana y rural y otros factores), y que por tanto no podían defender el maíz sin defender la integralidad de la vida campesina e indígena así como sus derechos y recursos, los llevó a plantear el tema desde una óptica muy diferente, revisando incluso las medidas que se habían propuesto desde el primer Foro en Defensa del Maíz.

Se plantearon entonces medidas como:

- Declarar y ejercer de facto una moratoria unilateral a los transgénicos, rechazando el uso de semillas de las que no conocieran su origen e historia y rechazando consumir alimentos con maíz que no fuera conocido.

- Reforzar o retomar la siembra de maíz nativo, estimulando los sistemas de intercambio locales y comunitarios. En este sentido, se cuestionó que los bancos de semillas fueran la medida más adecuada, ya que demandan crear estructuras nuevas, centralizadoras y que exigen un cuidado especial, personas encargadas, formas de vigilancia centralizadas, etc. No se descartó que en ciertas situaciones podrían ser un apoyo, pero se enfatizó en que la forma tradicional de mantener las semillas era que cada familia y comunidad sembrara y mantuviera sus propias variedades, tal como lo han hecho siempre, pero cuidando ahora especialmente que las semillas utilizadas fueran conocidas. En ese sentido, también se acordó que el maíz contaminado no es como el maíz hecho transgénico de origen: es como un hijo enfermo, al que hay que cuidarlo especialmente fortaleciendo sus defensas naturales, incluyendo suelo, agua, formas de cultivo y las tradiciones que lo crearon.

- Fortalecer y reafirmar los procesos culturales vinculados al maíz, rescatando la cocina local, las tradiciones, mitos y ceremonias de cuidado del maíz, los procesos comunitarios relacionados a la siembra, cosecha, consumo, intercambio, etc.

- Comenzar un proceso de consulta e investigación entre comunidades y pueblos para encontrar formas propias de identificar la contaminación, por ejemplo, observación de anormalidades u otras características, e incluso percepciones diferentes que sólo los campesinos pueden conocer en su relación cotidiana con las semillas y la tierra. A par tir de esto ir estableciendo y compartiendo procesos de descontaminación, por ejemplo, cambiando parcialmente las semillas en los casos que se decida, pero siempre en los circuitos tradicionales.

- Continuar el proceso de discusión de las amenazas a los pueblos del maíz y formas de resistirlas, incluyendo más difusión y elaboración en comunidades locales rurales y urbanas, y la denuncia y el rechazo a las medidas del gobierno que aumentan la contaminación o la legalizan.

- Reforzar y establecer más vínculos con grupos urbanos, barrios, etc., para promover el consumo de maíz nativo y mercados locales donde sea posible y adecuado.

La contaminación del maíz _o de cualquier otro cultivo_ es una nueva carga, inmensa e inmoral, que las empresas transnacionales y los gobiernos que las favorecen han depositado sobre los hombros de los campesinos y campesinas del mundo, como "pago" del rico legado de cultivos que éstos hicieron por siglos para el beneficio de toda la humanidad. Y los únicos que podrán descontaminarla son los propios campesinos, no solo como posición "políticamente correcta", sino porque aún si existiera la voluntad política de hacerlo _por ejemplo parando las fuentes de contaminación y prohibiendo los transgénicos_, no hay ninguna manera centralizada o desde arriba de hacer esto posible. Solamente los que conocen profundamente los cultivos y sus medios porque dialogan con ellos cada día, en una crianza mutua, son capaces de emprender esta enorme tarea.

En este proceso seguimos y no es a corto plazo. Pero como dijo Aldo González en las conclusiones de este segundo Foro: "Â… somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que hoy quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor. Cada uno de los indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos de nuestros maíces y decimos con orgullo: siembro y sembraré las semillas que nuestros abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos las sigan cultivando. (Â…) No permitiré que maten el maíz, nuestro maíz morirá el día en que muera el sol"

Notas

1  GRAIN, Las enseñanzas del maíz, Ojarasca 69, La Jornada, México, enero de 2003. http://www.biodiversidadla.org/article/view/1353

2  Downey R.K., and Beckie H. 2002. Isolation Effectiveness in Canola Pedigree Seed Production. Internal Research Report, Agriculture and Agri-Food Canada , Saskatoon Research Centre, Saskatoon , Saskatchewan , S7N 0X2 , Canada .

3  Union of Concerned Scientists, "Gone to Seed". Informe disponible en www.ucsusa.org/food_and_environment/biotechnology/page.cfm?pageID=1315

4  "Contaminación transgénica del maíz en México: mucho más grave" Boletín de prensa colectivo de comunidades indígenas y campesinas y organizaciones de la sociedad civil. 9/10/2003, México. http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=407

5  Don Westfall, asesor de la industria biotecnológica, declaraba en el 2001: "La esperanza de la industria es que con el tiempo el mercado esté tan inundado [de transgénicos] que no se pueda hacer nada, lo único que podrán hacer será rendirse" Toronto Star, Canadá, 9/01/2001.

6  Con la excepción, minoritaria, del Instituto de Ecología y la Comisión Nacional de Biodiversidad que tomaron muestras que confirmaban la contaminación, dieron a conocer los resultados y dialogaron con campesinos y organizaciones de la sociedad civil.

7  Documento colectivo de comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, Puebla, Chihuahua y Veracruz, CECCAM, CENAMI, Grupo ETC, CASIFOP, UNOSJO y AJAGI, octubre de 2003, México. http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=408

8  Conclusiones del primer foro En Defensa del Maíz: http://www.ceccam.org.mx/ConclusionesDefensa.htm

9  Vera Herrera, Ramón, "En defensa del maíz (y el futuro) una auotgestión invisible". Mayo de 2004, IRC, http://www.americaspolicy.org/

10  Ojarasca en La Jornada 58, febrero de 2002.

11  Ibid.

12  Cita tomada de Vera Herrera, Ramón, "En defensa del maíz (y el futuro) una auotgestión invisible". Mayo 2004, IRC, http://www.americaspolicy.org/

13  BOLETIN DE PRENSA COLECTIVO de comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, Puebla, Chihuahua, Veracruz, CECCAM, CENAMI, Grupo ETC, CASIFOP, UNOSJO, AJAGI, 9/10/2003 http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=407

 


(*) Integrante del Grupo ETC. La versión completa puede ser consultada en: www.etcgroup.org

Author: Silvia Ribeiro
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  • [1] http://www.biodiversidadla.org/article/view/1353
  • [2] http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=407
  • [3] http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=408
  • [4] http://www.ceccam.org.mx/ConclusionesDefensa.htm
  • [5] http://www.americaspolicy.org/