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Comunidades negras de Colombia: en defensa de biodiversidad, territorio y cultura

by Arturo Escobar | 23 Dec 1999

BIODIVERSIDAD
SUSTENTO Y CULTURAS

Comunidades negras de Colombia:
en defensa de
biodiversidad, territotio y cultura
por Arturo Escobar*

Diciembre 1999


* Arturo Escobar es antropólogo, radicado en la Universidad de Massachusetts, Amherst, Estados Unidos. Para comunicarse con el autor, por favor dirigir sus mensajes a: [email protected]

 

En los últimos años los debates sobre biodiversidad han empezado a incorporar la importancia del saber local, la diversidad cultural y los métodos de producción tradicionales para el manejo de los recursos genéticos del planeta. Menos conocido y discutido es en cambio el hecho que en algunas partes del mundo hay movimientos sociales, como el de las comunidades negras en el Pacífico colombiano, que están elaborando su propia concepción de la biodiversidad y su apropiación y conservación. Este "marco conceptual de ecología política" es distinto de los desarrollados por otros actores importantes como los intelectuales progresistas y las ONGs. Las concepciones de los activistas de los movimientos sociales se han desarrollado en el contexto de dos factores: las visiones dominantes de la conservación de la biodiversidad por un lado y la defensa de la cultura, la ecología y los territorios locales por el otro. El movimiento social de las comunidades negras de la selva húmeda del Pacífico colombiano ilustra esta visión de la biodiversidad.

 

La actual preocupación por la biodiversidad se centra en el rápido ritmo de la erosión genética. Hay desacuerdo sobre muchos puntos, incluyendo el tipo de acciones humanas sobre las que recae el mayor grado de responsabilidad por la erosión de la diversidad, así como en torno a las soluciones recomendadas. Cada vez se hace más evidente que el valor fundamental de la diversidad biológica depende tanto de su dimensión biológica (la fachada genética, que encarna millones de años de evolución) como de su dimensión cultural (la multiplicidad de prácticas de mejoramiento de variedades tradicionales de plantas y cultivos a manos de agricultores locales). Para algunos, la diversidad genética y la diversidad cultural están ligadas en forma tan inextricable que la creación de bancos de genes y de memorias son dos aspectos inseparables de una misma estrategia.

En el sentido biológico, la biodiversidad se define como el stock natural de material genético (como el capital de material genético presente en un ecosistema natural) en un ecosistema. Pero la "biodiversidad" trasciende ampliamente el terreno científico. Es también un ejemplo de coproducción tecnológica, científica y social. Podemos concebir la biodiversidad como potenciadora de una red transnacional que abarca diversos ámbitos en términos de actores, prácticas, culturas e intereses. La identidad de cada uno de los actores afecta la red y es afectada por ella. Los nodos dominantes de la red están ocupados por instituciones internacionales, ONGs, jardines botánicos, compañías farmacéuticas y "expertos" científicos. Las "verdades" producidas por ellos pueden provocar resistencia, por ejemplo, de movimientos sociales, o ser recreadas por estos para servir a otros fines. Desde la perspectiva dominante, el objetivo es crear una red estable para el movimiento de objetos, recursos, conocimiento y materiales sobre la base de una construcción simplificada cuyo mejor resumen es tal vez el lema del biólogo Daniel Janzen sobre la biodiversidad: "tienes que conocerla para utilizarla, y tienes que utilizarla para salvarla". Si observamos la red resultante, es posible distinguir cuatro enfoques principales: la perspectiva globalocéntrica, el discurso de la soberanía nacional, el de las ONGs progresistas y los enfoques desde los movimientos sociales.

La perspectiva globalocéntrica y el discurso de la soberanía nacional

La visión dominante que surge de la red pone el énfasis en el manejo de recursos. Esta visión emana de instituciones dominantes como el Banco Mundial y las grandes ONGs ambientalistas del Norte y es apoyada por los países industrializados. Se basa en una representación particular de las amenazas a la biodiversidad y pone el énfasis en los síntomas y los remedios puntuales y no en las causas subyacentes. También propone mecanismos apropiados para el manejo de la biodiversidad, incluyendo conservación in situ y ex situ y planificación nacional de la biodiversidad. Contempla los derechos de propiedad intelectual como mecanismo principal para compensar la utilización de la biodiversidad con fines económicos. Además promueve la bioprospección, una práctica bastante problemática que tiene efectos graves sobre los pequeños agricultores y los pueblos indígenas, incluyendo la pérdida de los derechos sobre sus propias plantas y conocimientos. El Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) subyace como sostén de la arquitectura básica de la red.

Algunos gobiernos del Tercer Mundo desafían la perspectiva globalocéntrica dominante, sin cuestionarla a fondo, procurando renegociar los términos de los tratados y estrategias referidos a la biodiversidad. Las posiciones adoptadas por esos gobiernos varían mucho, pero todos tienden a resaltar la cuestión de la soberanía, especialmente en foros internacionales como el CDB.

Algunos países se oponen enérgicamente a las políticas impulsadas por las naciones industrializadas, tales como ciertos aspectos de los derechos de propiedad intelectual; otros apelan a los países ricos, en particular Estados Unidos, para negociar puntos clave como la transferencia de tecnología y los protocolos de bioseguridad.

El enfoque de las ONGs progresistas y la perspectiva de los movimientos sociales

Quien verdaderamente desafía ese enfoque centrado en el manejo de recursos son las ONGs progresistas y los movimientos sociales, que ven la perspectiva globalocéntrica como una forma de bioimperialismo y promueven en cambio la biodemocracia. Al reformular las amenazas que pesan sobre la biodiversidad (desplazando el énfasis hacia la destrucción del hábitat por proyectos de megadesarrollo, la agricultura impulsada por el capital y una ciencia reduccionista y los hábitos de consumo del Norte), la biodemocracia pretende desplazar la atención del Sur al Norte como origen de la crisis de la diversidad. Sus defensores proponen una redefinición radical de la producción, apartándola de la lógica de la uniformidad hacia la lógica de la diversidad. La biodemocracia se articula alrededor de una serie de premisas basadas en el control local de los recursos naturales y el apoyo a prácticas fundadas en la lógica de la diversidad, incluyendo el reconocimiento del cimiento cultural de la diversidad biológica. Los grupos progresistas se oponen a los derechos de propiedad intelectual sobre la biodiversidad y abogan por derechos colectivos que reconozcan el valor intrínseco y el carácter compartido del saber y los recursos. Esta visión cuestiona, por lo tanto, las construcciones más preciadas de la modernidad, como la ciencia positivista, la ley del mercado y la propiedad individual. Las ONGs que defienden esta posición constituyen subredes a nivel nacional y transnacional de las cuales aún no se tiene un conocimiento muy desarrollado.

Un segundo desafío a la perspectiva globalocéntrica es el elaborado por movimientos sociales que explícitamente construyen una estrategia política para la defensa del territorio, la cultura y la identidad. Este enfoque tiene muchos puntos en común con el de las ONGs progresistas, pero se distingue conceptual y políticamente de esta perspectiva y desempeña un papel diferente en la red de la biodiversidad. Los activistas de esos movimientos utilizan el interés general por la biodiversidad como un canal para defender todo su proyecto de vida, y no sólo los recursos genéticos. En muchos casos la preocupación por la biodiversidad ha derivado de luchas más amplias por el control del territorio. En América Latina ha habido una serie de experiencias valiosas en ese sentido, principalmente vinculadas a la demarcación de territorios colectivos en países como Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia y Brasil. A continuación se relata la experiencia de uno de esos movimientos, poniendo de relieve el concepto amplio de biodiversidad que este ha elaborado.

La experiencia colombiana

El surgimiento de movimientos sociales para la defensa de los recursos naturales es anterior a la cuestión de la biodiversidad. Sin embargo en los últimos años una serie de movimientos sociales, especial pero no exclusivamente en áreas de selva tropical, han encarado frontalmente la cuestión de la biodiversidad. Tal es el caso del movimiento social de las comunidades ribereñas negras en las selvas del Pacífico colombiano, muy ricas en diversidad.

El surgimiento de ese movimiento tuvo lugar en un contexto complejo. Entre los acontecimientos significativos a nivel nacional debe considerarse la apertura de la economía colombiana a los mercados mundiales en 1990 y una reforma sustancial de la constitución del país en 1991, que concedió a las comunidades negras de la región del Pacífico derechos colectivos sobre los territorios que ocupaban tradicionalmente. A nivel internacional, las zonas de selva húmeda tropical ocupaban un primer plano debido a su importancia como principales generadores de la biodiversidad del planeta. La emergencia de identidades étnicas colectivas en el Pacífico colombiano y regiones similares refleja por lo tanto un movimiento histórico doble: la aparición de lo biológico como problema global y la explosión de las identidades culturales étnicas 1.

El movimiento social de las comunidades negras que se ha desarrollado en la región incluye, entre otros actores locales, una red de más de 140 organizaciones locales conocida como Proceso de Comunidades Negras (PCN). El PCN pone el énfasis en el control social del territorio como condición previa para la supervivencia y el fortalecimiento de la cultura y la biodiversidad. En las comunidades ribereñas, los activistas y las comunidades trabajaron juntos para entender el significado de la nueva constitución y elaborar conceptos de territorio, desarrollo, prácticas de producción tradicionales y uso de los recursos naturales. Ese proceso condujo a la redacción de un proyecto de ley sobre derechos culturales y territoriales prevista por la constitución de 1991 (Ley 70, aprobada en 1993), y al apuntalamiento de una serie de principios político-organizativos relacionados con la identidad, el territorio, la autonomía y el desarrollo alternativo.

Debido a su riqueza en recursos naturales, la costas colombianas sobre el Pacífico se encuentran en la mira de los establishment nacionales e internacionales del desarrollo. Los activistas han tratado de insertarse en las discusiones relacionadas con la biodiversidad a todo nivel. Uno de los foros más importantes ha sido la participación activa de las comunidades ribereñas y los activistas del PCN en el Proyecto Biopacífico (PBP), de carácter gubernamental, que aceptó a los movimientos negros e indígenas como interlocutores fundamentales. La creciente transnacionalización del movimiento a través de su participación en foros oficiales como el CDB y en movimientos de oposición como la Acción Global de los Pueblos contra el Libre Comercio, basada en Ginebra, es cada vez más importante. Al mismo tiempo, algunos activistas del PCN se han presentado como candidatos en elecciones locales, mientras que continúan organizándose a nivel local y nacional, y buscando financiación para la demarcación territorial. Paralelamente ha habido un notable aumento de la violencia en la región, en parte explícitamente dirigida contra los activistas y las comunidades con el objeto de hacerlos desistir de sus demandas territoriales. Esas tensiones están asociadas con la intensificación general del desarrollo, el capitalismo y la modernidad en la región.

Los activistas del PCN han ido elaborando gradualmente un marco conceptual de ecología política a través de su interacción con las comunidades, el Estado, las ONGs y el sector académico. Dentro de ese marco, el territorio es visto como un espacio fundamental y multidimensional para la creación y recreación de las prácticas ecológicas, económicas y culturales de las comunidades. El territorio es visto en términos de las articulaciones entre patrones de asentamiento, espacio y prácticas simbólicas, y el uso de los recursos. Una de las contribuciones importantes del PBP consistió en investigar los sistemas de producción tradicionales de las comunidades ribereñas. Esos sistemas están orientados más hacia el consumo local que hacia el mercado, y por esa razón generalmente son sustentables. Las prácticas se caracterizan por la explotación de baja intensidad, el uso itinerante de espacios productivos en áreas ecológicas extensas y diferentes, actividades agrícolas y extractivas diversas, prácticas de trabajo basadas en la familia y el parentesco y la horticultura. En las cuencas de muchos ríos esos sistemas no sólo se encuentran en situación grave de tensión, debido principalmente a la creciente presión de las actividades extractivistas, sino que son cada vez más inviables, por lo que requieren estrategias económicas y tecnológicas nuevas que también generarán recursos para la conservación.

Los activistas han introducido una serie de innovaciones conceptuales importantes. La primera es la definición de la biodiversidad como "territorio más cultura". En estrecha relación con esta conceptualización está la visión de toda el área de la selva húmeda del Pacífico como una "región-territorio de grupos étnicos", es decir una unidad ecológica y cultural amalgamada por las prácticas cotidianas de las comunidades. La región-territorio se concibe asimismo en términos de "corredores de vida" que unen a las comunidades, sus actividades y el medio ambiente natural. Los corredores de vida pueden conectar ecosistemas de manglares o extenderse desde el medio de un río hasta el interior de la selva. Algunos se constituyen en torno a actividades particulares, como la minería de oro tradicional o la recolección de conchas por las mujeres en las zonas de manglares. La región-territorio es una categoría de administración que apunta a la construcción de modelos alternativos de vida y de sociedad. Es un intento de explicar la diversidad biológica desde el interior de la lógica eco-cultural del Pacífico. El territorio, en cambio, es visto como el espacio activamente utilizado para satisfacer las necesidades de la comunidad. Para una comunidad ribereña determinada, el área de apropiación efectiva de recursos tiene dimensiones longitudinales y horizontales que en ocasiones abarcan varios paisajes y cuencas fluviales diferentes. El territorio es la encarnación del proyecto de vida de una comunidad.

La región-territorio, por otra parte, es concebida como una construcción política para la defensa de los territorios y su sustentabilidad. No se puede concebir la sustentabilidad en términos de retazos o actividades singulares, o solamente en términos económicos: debe responder al carácter multidimensional de las prácticas de apropiación efectiva del ecosistema. Así, se puede decir que la región-territorio articula el proyecto de vida de las comunidades con el proyecto político del movimiento social. Del mismo modo, la definición de biodiversidad incluye principios locales de autonomía, conocimiento, identidad y economía. La naturaleza no es "algo que está ahí afuera" sino que está profundamente arraigada en la práctica colectiva de seres humanos que se sienten conectados con ella en forma integral. En esa concepción, la visión reduccionista de la biodiversidad en términos de recursos genéticos que deben ser protegidos mediante derechos de propiedad intelectual resulta insostenible.

La lucha por el territorio es sobre todo una lucha cultural por la autonomía y la autodeterminación. El fortalecimiento y la transformación de sistemas de producción tradicionales y economías locales, la necesidad de insistir en el proceso de titulación colectiva y el trabajo para fortalecer las organizaciones y desarrollar formas de gobernabilidad territorial son componentes importantes de una estrategia general centrada en la región. A pesar que los intereses primordiales del establishment conservacionista del país son los recursos genéticos y la protección del hábitat, y no las demandas eco-culturales del movimiento, los activistas del PCN han encontrado convergencias parciales con las estrategias de esos otros actores.

Según se desprende de las entrevistas realizadas por el autor, para buena parte del personal del PBP y los activistas del PCN la experiencia compartida de cinco años ha sido dura, tensa y frustrante, pero en general positiva. El PBP y el PCN han elaborado una visión compleja de las fuerzas socioeconómicas, culturales y políticas que conforman el área del Pacífico y han demostrado ampliamente que los sistemas tradicionales tienen un impacto mucho menor sobre la biodiversidad.

El contexto más general

El ejemplo del movimiento social de las comunidades negras en Colombia y movimientos similares en otras partes del mundo, habla de un conjunto de preocupaciones fundamentales, de las que apenas se tiene una pobre comprensión, referidas a la novel intersección del conocimiento genético con las fuerzas de la globalización. En el contexto tanto de la biodiversidad como de la agricultura transgénica, las patentes y la tecnología genética son utilizadas para consolidar el poder sobre la alimentación y la naturaleza. La tecnología genética está fuertemente asociada con el progreso y la supervivencia. Empresas y organizaciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio desempeñan un papel clave en la propagación de esas concepciones avasallantes. El caso colombiano muestra otras formas de encarar la conservación y la producción de alimentos que no se basan en genes y patentes. Los activistas afirman que la lucha en torno a los genes en realidad enfrenta entre sí a distintos antecedentes culturales, a comprensiones opuestas de la alimentación y la naturaleza y, finalmente, a preocupaciones divergentes frente a la globalización, la autonomía cultural y los modelos económicos.

Los discursos sobre la biodiversidad tienden a resaltar la línea divisoria que separa a la cultura euro-norteamericana de otras culturas. Según esta, los pueblos indígenas y los agricultores sólo pueden materializar la riqueza de sus recursos a través de la biotecnología, el mercado y la propiedad intelectual; pero para muchas sociedades indígenas y campesinas, los genes y los derechos de propiedad intelectual son categorías o conceptos que no tienen sentido. Las categorías localmente significativas, incluyendo el parentesco, la reciprocidad, los bienes en común y formas no mercantilizadas de compensación no se traducen con facilidad a los conceptos occidentales de genes, personas y propiedad individual.

Los movimientos sociales afirman, sin embargo, que quizás haya espacio para introducir interpretaciones diferentes sobre conceptos generalmente aceptados, como sería el caso de incorporar la idea de propiedad cultural colectiva y otros productos de la vida colectiva en los debates acerca de la propiedad intelectual. Un cambio de este tipo podría volver a arraigar la propiedad en el entramado de la cultura.

Los movimientos sociales también destacan el saber y la innovación. En muchas comunidades campesinas surgen innovaciones dentro de la tradición. Las economías comunitarias están basadas en un lugar (aunque no estén limitadas a su lugar), y con frecuencia incluyen el reconocimiento de bienes comunes compuestos de tierras, recursos materiales, conocimientos, ancestros, espíritus, etcétera. Al imponerle a los sistemas campesinos el lenguaje de la propiedad intelectual, los beneficios de las innovaciones de la comunidad quedan a disposición de los capitales foráneos. Es por eso que es necesario proteger espacios comunitarios fuera del mercado, a fin de preservar un lugar para la innovación local y el disfrute local de los resultados. El conflicto entre la racionalidad económica y la racionalidad ecológica ocupa un lugar central en el debate sobre la biodiversidad, que debe ser resuelto políticamente. De otro modo, las estrategias de conservación no serán sino la comercialización de la biodiversidad. ¿Será posible reivindicar una racionalidad productiva ecológica posteconómica? Los movimientos sociales claramente abogan por economías ecológicas, y sus visiones, análisis y experiencias podrían ofrecernos algunas respuestas. Se niegan a reducir sus reclamos territoriales y ecológicos a los términos exclusivos del mercado, y eso es una lección importante para cualquier estrategia de conservación de la biodiversidad.

Conclusiones

La biodiversidad y otras intervenciones tecnocientíficas como la agricultura transgénica, constituyen poderosas redes a través de las cuales se cuestionan y negocian conceptos, políticas y, por último, culturas y ecologías. Los nuevos enfoques que circulan por esas redes sobre estos temas, tienen una presencia cada vez mayor en las estrategias de movimientos sociales en muchas partes del mundo. A pesar de las fuerzas adversas que se les oponen, esos movimientos podrían constituir una verdadera defensa de paisajes sociales y biofísicos, bajo formas no mediadas por el reductivismo genético que caracteriza a las tendencias dominantes. Los movimientos muestran que es posible organizar la vida, el trabajo, la naturaleza y la cultura en formas diferentes a los modelos dominantes de cultura y de economía.

 

Fuentes:

* S. Brush y D. Stabinsky (eds.) (1996), Valuing Local Knowledge.Washington: Island Press.

* Corner House (1998), «Food? Health? Hope? Genetic Engineering and World Hunger», Corner House Briefing, No. 10. Sturminster Newton, UK, The Corner House.

* A. Escobar (1997), «Cultural Politics and Biological Diversity: State, Capital and Social Movements in the Pacific Coast of Colombia», en R. Fox y O. Starn, (eds.), Between Resistance and Revolution, New Brunswick, Rutgers University Press, p. 40-64.

* A. Escobar y A. Pedrosa (eds.) (1996), Pacífico: Desarrollo o Diversidad? Estado, Capital y Movimientos Sociales en el Pacífico Colombiano, Bogotá, CEREC/Ecofondo.

* GRAIN (1998), «Patenting Life: Progress or Piracy?» Global Biodiversity 7 (4), p. 2-6.

* GRAIN (1995), «Towards a Biodiversity Community Rights Regime», Seedling 12 (3), p. 2-14.

* GAIA/GRAIN (1998), «Intellectual Property Rights and Biodiversity: The Economic Myths», en Global Trade and Biodiversity in Conflict, No. 3.

* L. Gruesco, C. Rosero y A. Escobar (1998), «The Process of Black Community Organizing in the Southern Pacific Coast of Colombia», en S. E. Alvarez et al., (eds.), Cultures of Politics/Politics of Cultures: revisioning Latin American Social Movements, Boulder, Westview Press, p. 196-219.

* J. Martínez Alier (1996), "Merchandising Biodiversity", en Capitalism, Nature, Socialism (1), p. 37-54.

* V. Nazarea (1998), Cultural Memory and Biodiversity, Tucson, University of Arizona Press.

* PCN y OREWA (1995), Territorio, Etnia, Cultura e Investigación en el Pacífico Colombiano, Cali, Fundación Habla/Scribe.

* R. Pistorius (1997), Scientists, Plants, and Politics. A History of the Plant Genetic Resources Movement, Rome, IPGRI.

* V. Shiva (1997), Biopiracy, Boston, South End Press.

* M. Strathern (1998), «Cultural Property and the Anthropologist», trabajo presentado en Mt. Holyoke College, 8 de diciembre de 1998.

* Red del Tercer Mundo y Research Foundation for Science, Technology and the Environment (1994), Resource Kit for Building a Movement for the Protection of Biodiversity and People's Intellectual Rights, Kuala Lampur/Dehra Dun, Red del Tercer Mundo y RFSTE.

 

Este artículo ha sido tomado de la revista "Seedling" de junio de 1999. Una versión más larga de este artículo, titulada "Whose Knowledge, Whose Nature? Biodiversity Conservation and Social Movements' Political Ecology", se publicó en el número de abril de 1999 del periódico electrónico Journal of Political Ecology.

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Para comunicarse con el Proceso de Comunidades Negras, por favor contactar con:
Libia Gruesco y Carlos Rosero, e-mail:
[email protected]
Kalishe@ latinmail.com
[email protected]

 

Nota:

1. La región de la costa del Pacífico de Colombia cubre un área muy vasta (70,000 km2 aproximadamente) que se extiende desde Panamá hasta Ecuador y desde la cordillera occidental de los Andes hasta el océano. Es una región de selva húmeda única, con una diversidad biológica que se cuenta entre las mayores del mundo. Alrededor del 60% de los 900,000 habitantes de la región (800,000 afrocolombianos, alrededor de 50,000 indígenas embera, waunana y otros, y colonizadores mestizos) viven en los pocos pueblos grandes, mientras que el resto reside en los márgenes de los más de 240 ríos, que en su mayoría corren de los Andes hacia el Pacífico. Las poblaciones negras e indígenas han mantenido prácticas materiales y culturales diferenciadas.

 

Author: Arturo Escobar
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