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La Revolución Verde en Ruanda: un programa autoritario de intensificación agrícola al servicio de la agroindustria

by Manuel Milz | 16 Jun 2011

La idea de que África debe beneficiarse con una Revolución Verde de la cual “se perdió” en los años sesenta, ha buscado implantarse desde 2004, cuando Kofi Annan —entonces Secretario General de las Naciones Unidas— declaró estar a favor de una “revolución verde auténticamente africana”. El Programa Detallado para el Desarrollo de la Agricultura Africana (PDDAA) —aprobado por la Unión Africana en 2003 a través del NEPAD (New Partnership for Africa’s Development)— ya había lanzado el proceso al fijar el objetivo de crecimiento del sector agrícola en 6% al año, y un aumento de la inversión pública en la agricultura para que alcanzara 10% de los presupuestos nacionales. Metas loables, pero su aplicación se basa una vez más en los dogmas productivistas de la Revolución Verde financiada por la Fundación Rockefeller en los años sesenta. Tales dogmas afirman que “las semillas mejoradas son los catalizadores que ponen en marcha el motor de la revolución verde y los fertilizantes minerales (químicos) son el combustible para hacerla funcionar”1.

El programa de la Unión Africana se redondeó en 2006 con la Declaración de Abuja en el marco de la Cumbre de África sobre fertilizantes. Los Estados miembros de la Unión Africana se comprometieron a multiplicar al menos por seis el consumo medio de fertilizantes químicos para 2015. Por su parte, el sector privado lanzó una ofensiva mediante semillas comerciales, llamadas “mejoradas” o “seleccionadas”, a través de AGRA, siglas en inglés para la Alianza para una Revolución Verde en África (entidad creada en 2006 por la Fundación Rockefeller y la Fundación Bill y Melinda Gates), y de la cual Kofi Annan es presidente desde 2007. El programa pretende “financiar a los criadores públicos para que desarrollen nuevas variedades, financiar empresas privadas para que vendan éstas a los agricultores y proporcionar créditos a los agricultores para que compren tales semillas”2. No hay que olvidar los fertilizantes químicos y los productos fitosanitarios que los acompañan.

Ruanda se involucra a lo grande en la Revolución Verde. Siendo el primer país africano que firmó un acuerdo “compacto”3 respecto del PDDAA, en 2007 Ruanda se aprestó a convertirse en un alumno modelo en esta nueva carrera por la Revolución Verde en África. En un país involucrado en una vía autoritaria de desarrollo, el gobierno blande ahora la consigna de la “green revolution”4, la revolución verde, para designar la transformación de la agricultura que se pretende implantar: un un proceso donde se acentúa la especialización regional y se fortalecen los monocultivos, se aumenta el uso de insumos modernos (semillas comerciales, fertilizantes y pesticidas químicos) y desechos animales, se combate la erosión, se desarrollan redes y se emprende el cambio de una agricultura de subsistencia a una agricultura comercial orientada hacia el mercado5.

Para cumplir con estos compromisos y con aquellos pactados con el FMI6, el gobierno ruandés lanzó en agosto del 2007 el Programa de Intensificación de Cultivos (CIP por sus siglas en inglés), hoy en su séptima temporada de aplicación. El programa pretende aumentar la productividad de la agricultura alimentaria mediante diferentes medios: un aumento de las importaciones y del uso de fertilizantes químicos —de 4 a 22 kilos por hectárea al año hasta el 2011—; el uso masivo de semillas comerciales; fortalecimiento del papel de los agrónomos locales; una política de consolidación de las tierras  [ese reajuste y reacomodo planificado de las parcelas y de su propiedad]; la organización del mercado y del sector privado, además de brindar facilidades para el acceso a créditos.

Con un presupuesto anual de 22.8 millones de dólares asignado al Programa de Intensificación de Cultivos, el gobierno ruandés parece resuelto a invertir enormes cantidades en la agricultura para reducir de manera significativa las importaciones de productos alimentarios agrícolas. Según las estadísticas nacionales, desde el inicio del CIP, la producción agrícola creció 14% al año, gracias a la triplicación de las cosechas de maíz, trigo y yuca [mandioca]. Las importaciones de cereales bajaron casi 20% al año7. El rendimiento medio del maíz pasó de 1.5 toneladas por hectárea a más de 4 toneladas para las variedades de polinización abierta, y de 6 a 7 toneladas por hectárea para las variedades híbridas importadas de Kenya y Tanzania. Por último, los rendimientos de maíz y trigo subieron respectivamente 227% y 173% de 2007 a 2009 en todo el país.8 Estos espectaculares resultados —que se vieron favorecidos por las excelentes lluvias de 2008 y 2009— muestran de manera irrefutable que los métodos empleados tienen efectos cuantitativos a escala nacional, por lo menos a corto plazo. Pero debemos mantener en mente que son sobre todo producto de la voluntad y de los colosales medios financieros nunca antes invertidos. Tras el innegable aumento en la producción nacional se esconden otros aspectos mucho menos positivos para la población ruandesa y para los campesinos en particular.

Un programa autoritario de intensificación agrícola. Para empezar, el CIP no es un proceso de concertación nacional donde se tomen en cuenta las necesidades y las opiniones de los principales interesados. Después de lograr la reconstrucción y estabilización de un país devastado por la guerra y el genocidio de 1994, el gobierno ruandés, encabezado por el presidente Paul Kagame, usó grandes recursos para impulsar una voluntarista política de desarrollo a marchas forzadas, con muy poco espacio para el debate y la crítica. Las reformas y los planes de acción de desarrollo, conducidos con rigor y eficacia, afianzaron la buena reputación del gobierno entre los donantes y financiadores y volvieron una cuestión de honor el demostrar que un crecimiento económico sostenido, basado en la agricultura y en los servicios, era posible en un país desprovisto de recursos estratégicos. Las autoridades dispusieron de importantes medios administrativos y financieros para obtener resultados inmediatos. Cada distrito administrativo recibió presiones evidentes del nivel superior para alcanzar resultados precisos en términos de producción agrícola. Al mismo tiempo, se exigió a los dirigentes de las cooperativas que obtuvieran resultados concretos y siguieran la consigna de la “green revolution”: de no hacerlo, su mandato podría ser cuestionado.

Para asegurar que el programa se aplicara en los perímetros identificados por los agentes de la administración, se forzó a los campesinos a reagruparse en cooperativas. Los dirigentes de las cooperativas fueron sustituidos de manera autoritaria por otras personas más dispuestas a acatar las disposiciones y objetivos de las autoridades administrativas.

Para cada distrito, se priorizaron cultivos identificados como estratégicos: maíz, arroz y yuca en el sureste; papa, trigo y maíz en el norte; flores en la provincia de Kigali, etcétera. Los socios (voluntarios o a la fuerza) del CIP deben ajustarse al programa implementado por el ministerio de Agricultura: es obligatorio sembrar sólo ciertos cultivos, está prohibido asociar cultivos, son obligatorios los monocultivos y la consolidación de tierras.

En Cuyne, en el distrito de Musanze, por ejemplo, los nuevos dirigentes locales mandaron arrancar todos los cultivos que no fueran maíz, cultivo elegido para esta región a principios de la temporada 20099.

En Gitamara, un dirigente de la cooperativa IABM cuenta que obligaron a los miles de miembros de la cooperativa a adoptar ciertas semillas de maíz y de soja para el cultivo: “Las autoridades nos exigieron volvernos productores con semillas comerciales, mientras que las mujeres de la cooperativa querían seguir cultivando camote, col y otras legumbres en los humedales. Como ellas no cedieron, las autoridades terminaron enviando a los militares para destruir nuestros campos”.

El monocultivo obligatorio. Las asociaciones de cultivos ocupan espacios aéreos y subterráneos complementarios y tienen efectos benéficos (fijación del nitrógeno atmosférico en el suelo por las leguminosas, protección contra plagas y parásitos, contra la erosión, etcétera). Permiten a los campesinos aprovechar mejor sus tierras y lograr una producción diversificada. En cambio, el uso de semillas mejoradas, de fertilizantes y plaguicidas químicos, exigen el paso obligatorio al monocultivo con el fin de hacer rentable este paquete de insumos, lo cual dista mucho de un modo de gestión centrado en la diversidad. La creciente importancia del monocultivo en Ruanda es una consecuencia del CIP. Para poder mantenerse en el cargo, el presidente de una cooperativa del distrito de Kayonza asegura que tuvo que obligar a los miembros de la cooperativa a abandonar la idea de cultivar frijol junto con el maíz.

Para poder aplicar la política de regionalizar cultivos en un país cuyas tierras están tan fraccionadas, el gobierno recurrió a la explotación de las vastas zonas fértiles de los humedales y reforzó su política de consolidación de tierras. La administración local intervino las cooperativas y se metió también con los campesinos no organizados, y los puso a practicar el mismo monocultivo en inmensas superficies, antes heterogéneas, con el fin de facilitar la puesta en marcha y el seguimiento de los itinerarios de cultivos en las susodichas “tierras consolidadas”. La ley sobre la propiedad de 2005 menciona que en el caso de que alguien no pueda cumplir con la producción de cultivos particulares que adoptaron las instancias habilitadas, las autoridades pueden recurrir a la requisición o incluso a la confiscación de las tierras10.  Además de las sanciones a las que se exponen los productores que no acepten las opciones establecidas, la ley promueve que los agricultores usen su tierra como garantía para facilitarles créditos, lo cual implica un riesgo para los campesinos más pobres que pueden perder sus tierras si no pueden reembolsar los préstamos.

Según un estudio de 2009 sobre la aplicación del CIP en el distrito de Bugeresa11, varios productores comprometidos con el programa “expresan ciertas reticencias a los cambios que consideran forzados. Algunas personas entrevistadas explican que no se atreven a interferir en las decisiones del distrito y aplican las recomendaciones aunque sean contrarias a sus convicciones. Algunos productores comentan también que los monocultivos no se adaptan a las condiciones que muchos de ellos conocen, pues sólo tienen pequeñas superficies de cultivo y prefieren sembrar varios cultivos para minimizar riesgos y garantizar una producción diversificada”. Las encuestas efectuadas para el estudio muestran que los productores identifican los aportes técnicos del CIP en el siguiente orden: el monocultivo, el sembrado en línea con distancias fijas entre los surcos, el uso de semillas “de calidad”, la lucha fitosanitaria y el uso de abonos químicos12. Se trata de la renovada aplicación de las mismas fórmulas que en la Revolución Verde de Asia y América en los años sesenta, que no toma en cuenta los saberes de los campesinos en materia de selección de variedades, la asociación de cultivos y la rotación de los mismos.

Aunque Ruanda todavía no produce semillas híbridas13, todos los esfuerzos convergen en esta dirección. En el marco del CIP, el gobierno importa enormes cantidades de semillas híbridas de origen extranjero, sobre todo maíz. En numerosos casos, las semillas híbridas no han sido homologadas por los servicios del Estado y se les imponen sin consulta previa a los agricultores sujetos al programa. Aunque se percatan del efecto que éstas tienen en la productividad, numerosos agricultores se quejan de los inconvenientes de las semillas híbridas. Explican que no les previnieron que las semillas obtenidas en sus cosechas no podían volver a sembrarse, y que en los cálculos de rentabilidad de sus proyectos no tomaron en cuenta este factor. Además, el precio de las semillas híbridas es 30% más alto que el de las semillas comerciales comunes14. Los agricultores se vuelven entonces dependientes de los múltiples actores de una red compleja que les abastece de semillas, cuando antes gozaban de soberanía. La fecha de siembra de un cultivo ya no depende de la observación de las condiciones meteorológicas por parte del campesino, sino de la organización más o menos eficiente de la administración encargada del programa de intensificación agrícola.

La erosión de la biodiversidad agrícola. Desde el punto de vista de la biodiversidad, el CIP pasa completamente por alto la importancia que tiene la diversificación de las especies y variedades cultivadas como medio de lucha contra las enfermedades, y como forma de preservar la agrobiodiversidad necesaria para la evolución conjunta de las plantas y de las condiciones ambientales. Al introducir una o dos variedades “mejoradas” por especie en grandes superficies consolidadas (varias centenas de hectáreas), se corre un riesgo de catástrofe sin precedentes en caso de peste severa o de mala cosecha.

La regionalización obligatoria de los cultivos fijos se hace a costa de otros cultivos esenciales para la seguridad alimentaria y para el equilibrio nutricional de la población. Aunque se acondicionaron humedales que no se habían explotado para lograr dicha regionalización de cultivos, la producción de maíz híbrido “se realiza en lugar de otros cultivos que se producían antes (camote, sorgo), y eso por la exigencia de los supervisores locales. Esto entraña la desaparición de las producciones tradicionales, consideradas poco productivas, en beneficio de una que otra especie, la mayoría de origen externo a la región, consideradas rentables, sobre todo desde el punto de vista económico”16. El estudio de la importancia relativa de los cultivos en las cooperativas involucradas en el CIP en el distrito de Bugesera, muestra una severa tendencia a la pérdida de diversidad agrícola: el maíz incrementó su pérdida de diversidad a 89%, cuando antes presentaba 48% de tal pérdida.17

Hacia un modelo agrícola cada vez más inequitativo. La regionalización de los cultivos y la pérdida de diversidad agrícola provocan también una disminución en la disponibilidad de ciertos productos locales. Esto lleva a un incremento del transporte de mercancías al interior del país, a una degradación de la calidad nutritiva de la mayor parte de las hortalizas y tubérculos, conduce a pérdidas posteriores a las cosechas más importantes y a un aumento del precio de los productos alimenticios que se producían antes y que estaban disponibles a nivel local. Así, en los mercados locales, el precio medio anual de los productos alimenticios básicos subió 24% entre 2006 y 2008, y respectivamente 27% y 34% para el frijol y el maíz de 2006 a 2009,18 cuando la tasa de inflación media en este periodo era de 9.8%.19 El gobierno pretende concentrar la producción en almacenes nacionales estratégicos y prohibe que los campesinos del CIP vendan sus producciones antes de que los servicios encargados les compren sus cosechas. Pero en el norte del país, los campesinos que tuvieron que practicar el monocultivo sólo tenían maíz para comer y no tuvieron dinero para comprar otros víveres. Los mercados agrícolas nunca habían estado tan vacíos.20

Por último, como sucedió con la Revolución Verde en Asia y América Latina, el CIP  concentra sus esfuerzos en una minoría campesina a la que favorece más (casi todos los cuales están organizados en cooperativas y explotan las tierras más fértiles —humedales y relieves planos—) e ignora al resto, que vive en colinas con fuertes pendientes, y sufre los más graves problemas de erosión y de pérdida de fertilidad de los suelos. Aunque otros programas públicos construyan terrazas en las colinas y luchen contra la erosión, la gran mayoría de los campesinos sigue enfrentando muchos problemas en superficies más y más reducidas y no deja de aumentar por todo el país el número de campesinos sin tierras (actualmente se calcula en 15%). Aunque admitiéramos que es factible percibir efectos positivos en cuanto a la autosuficiencia alimentaria a nivel nacional, los resultados de la Revolución Verde podrían llevar a una sociedad agraria de dos velocidades que, a largo plazo, perjudicará al pequeño campesinado en lo relativo a sus territorios, en el acceso al mercado y en contar una alimentación suficiente y diversificada.

Un programa en beneficio de la industria agroquímica. Las proezas de producción de los primeros años de la Revolución Verde en Ruanda podrían parecer una demostración del éxito de la agricultura química. Pero no hay que perder de vista que el aumento efectivo de la producción nacional desde la aplicación del CIP  revela sobre todo lo que se puede lograr si en la agricultura se invierten medios financieros y voluntad. Si bien este modelo agrícola debe su productividad a los abundantes medios puestos a su servicio, no se consideran los efectos desastrosos que provoca a largo plazo en la calidad de los suelos, el medio ambiente, la biodiversidad y el bienestar de los seres humanos. Además, con el pretexto de volver el país más autónomo en lo alimentario mediante técnicas modernas estandarizadas basadas en el uso de costosos insumos exógenos, todo se encamina a que en el largo plazo la agricultura ruandesa dependa mucho más de la industria agroquímica y de los organismos de créditos, destruyendo los mecanismos de la autonomía alimentaria —perfeccionados durante siglos por los campesinos ruandeses.

La implementación acelerada de la Revolución Verde en Ruanda confirma también que, a pesar de los sermones acerca de la democracia en los países del Sur, los organismos financiadores internacionales se entienden muy bien con los Estados autoritarios para aplicar fórmulas liberales y hacer fructificar mercados tan lucrativos como la agroquímica.

A través del “Global Food Crisis Response Program” [Programa Global de Respuesta a la Crisis Alimentaria] el Banco Mundial liberó 10 millones de dólares en 2008 para la adquisición de fertilizantes químicos en Ruanda.21 Las grandes empresas occidentales venden decenas de miles de toneladas de abono, y la mayoría del dinero invertido acaba por regresar a la economía de los países industrializados. Sin duda el caso más revelador en Ruanda es el de la compañía noruega Yara International ASA, primera proveedora de fertilizantes químicos de origen mineral en el mundo, fundadora del Foro sobre la Revolución Verde en África (AGRF) que tuvo lugar en Ghana del 2 al 4 de septiembre del 2010 bajo la presidencia de Kofi Annan.

En realidad, el principal beneficiario del programa de intensificación agrícola en Ruanda22 es la multinacional: cada año, acumula varios millones de dólares a partir de los fondos del programa. Se beneficia también con los principales mercados que surten fertilizantes químicos en la mayor parte de los demás países africanos involucrados en la Revolución Verde, como Ghana, Malawi, Mozambique y Tanzania23. En total, 80% del presupuesto del CIP  se asigna a la compra de abonos químicos de multinacionales especializadas en la producción y  exportación de abonos y pesticidas químicos24. La nueva Revolución Verde concebida para África sigue los lineamientos económicos y agrarios liberales de los organismos financiadores internacionales. Con el pretexto de discursos humanistas de lucha en contra de la pobreza, sirve claramente los intereses de la agroindustria.

Otra revolución agrícola para Ruanda. Al invertir masiva y eficazmente en varios sectores de su economía, en particular en el desarrollo rural y la agricultura, el gobierno ruandés demuestra que tiene la firme voluntad de sacar al país adelante. Por otra parte, al cancelar los programas internacionales de ayuda alimentaria, parece querer aprovechar los fondos disponibles y la confianza de los organismos financiadores para mejorar la seguridad alimentaria y disminuir las importaciones de productos agrícolas. Aunque el país no tiene muchas más opciones, dados su aislamiento y la casi total ausencia de yacimientos de materias primas estratégicas, es loable su actitud soberanista. Pero Ruanda debe trabajar buscando un nuevo enfoque para su agricultura con el fin de alimentar a más de 10 millones de personas en un territorio más pequeño que Bélgica, pues la gestión actual de los programas de intensificación agrícola no aportan soluciones a largo plazo para las necesidades de la mayor parte de los campesinos ruandeses.

En la última versión del programa de transformación de la agricultura (PSTA II, 2009), se ve claramente que, a pesar de lo dicho, el gobierno podría promover el aumento del uso de abonos orgánicos, en particular el estiércol de bovinos estabulados. Reconoce que “para compensar el declive de la fertilidad de los suelos, una solución podría ser el mayor uso de fertilizantes químicos, pero esto implica un costo que requiere divisas extranjeras y crea una espiral donde se necesitan cada vez más fertilizantes en aras de compensar que se agrava el problema. Además, el excedente de fertilizantes acarrea impactos ambientales […]. En cambio, las prácticas de agricultura sustentable reducen la erosión y el decenso en fertilidad, lo cual significa que la productividad agrícola se mantiene con costos menores”25.

Mas el gobierno ruandés debe pasar de las palabras a los actos, demostrar una verdadera voluntad política y tomar medidas de gran envergadura como lo hizo con el CIP. Porque, mientras tanto, la cantidad de abonos químicos importados se ha multiplicado por cinco desde 2005 y la superficie afectada por el CIP en 2010 casi se cuadruplicó respecto al año anterior: se estima que el 17% de la superficie total cultivada del país está bajo los esquemas de consolidación.26 Porque existen otras soluciones. Numerosos estudios científicos y acciones prácticas demuestran que la vía más sustentable —y más económica– es la de tomar en cuenta los saberes de los campesinos y aprovechar las técnicas que permiten restaurar y conservar la fertilidad de los suelos por medio del reciclaje de los elementos nutritivos. Métodos como la agroforestería, el cultivo de leguminosas que fijan el nitrógeno, los cultivos intercalados, las asociaciones y rotaciones de cultivos, la preparación de insecticidas naturales y las compostas, han demostrado su eficiencia y permiten a los campesinos mejorar la fertilidad de los suelos y el rendimiento. El centro Gako Organic Farming de Kabuga es un excelente ejemplo de las posibilidades que ofrecen las técnicas sustentables de gestión de la fertilidad de los suelos. Richard Munyerango estudió la agroecología en Uganda y creó en el 2000 esta granja y centro de formación en agricultura orgánica a unos kilómetros de Kigali. “Con la agricultura orgánica, podemos producir alimentos sanos y diversos en cantidades suficientes —y protegemos los suelos, aumentando la tasa de materia orgánica año tras año. No dependemos de los costosos fertilizantes químicos importados que dañan nuestro suelo. Los abonos que usamos no tienen ningún costo, pues los elaboramos con los residuos de la cría de ganado y de las cosechas. Usando técnicas como la composta y las asociaciones de cultivos, incluso las familias muy pobres pueden mejorar su autonomía alimentaria de manera sustentable y recobrar su dignidad de campesinos, con la condición de contar, para empezar, con algunos animales para producir estiércol”. El éxito del centro hizo que en los últimos años, varias organizaciones no gubernamentales apoyaran la capacitación de miles de campesinos ruandeses en agricultura orgánica. Tales resultados nos hacen pensar que los métodos sustentables, asequibles y respetuosos de la soberanía de los campesinos son viables para la agricultura en Ruanda y por tanto merecen un reconocimiento y un apoyo más importante por parte de las autoridades —que la actual Revolución Verde.

Alcanzar un progreso agrícola que beneficie a todos, implica aprovechar medios de intensificación que tomen en cuenta la experiencia y los saberes de los campesinos de Ruanda, en vez de empeñarse en embarcar a una minoría de agricultores en una costosa agricultura química.

En Ruanda, como en el resto del mundo, las inversiones y subvenciones de gran magnitud —utilizadas hasta el momento para la agroindustria—, deberían de ser usadas para restaurar y mejorar de modos sustentables la fertilidad de los suelos, para impulsar el acceso a la tierra, para promover las semillas de los campesinos y su mejoramiento participativo, para proteger la biodiversidad y la investigación concertada de técnicas apropiadas que permitan a los campesinos asegurar una producción alimentaria de calidad y una vida digna a largo plazo. Se necesita una revolución de las mentalidades, un cuestionamiento de los dogmas económicos y una voluntad real de instaurar programas radicales que obren en favor de la soberanía alimentaria de los pueblos y para el futuro de los campesinos.

 

Septiembre de 2010

Traducción: Amandine Semat

 

1 Según la cita de Norman Borlaug, considerado como el padre de la Revolución Verde, International Fertilizer Development Center, informe de junio de 2006, http://www.ifdc.org

2 Une nouvelle révolution verte pour l’Afrique?, GRAIN, diciembre de 2007, http://www.grain.org/briefings/?id=206

3 Acuerdo nacional “compact, entre el gobierno, el organismo económico regional involucrado, el sector privado, la sociedad civil y los socios para el desarrollo.

4 Ruanda se adhirió al Commonwealth en 2009 y promueve el uso del idioma inglés en sus instituciones.

5 Plan estratégico de transformación de la agricultura, Fase II. PSTA II, febrero de 2009, disponible en http://www.primature.gov.rw/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=903&Itemid=95

6 El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial imponen a los países de bajos ingresos la elaboración un documento estratégico de lucha contra la pobreza (PRSP por sus siglas en inglés) como condición de acceso a los financiamientos internacionales.

7 http://www.fao.org/giews/countrybrief

8 Crop Intensification Program, 2008-2009, Informe de Evaluación, IFDC, marzo de 2010, p. vi, http://www.amis.minagri.gov.rw/sites/default/files/user/CIP_2008-2009_Evaluation_report.doc.pdf

9 Albert-Baudoin Twizeyimana, “Ruanda: los agricultores producen más... y comen menos”, abril  2010, en Syfia Grands Lacs, http://www.syfia-grands-lacs.info/index.php5?view=articles&action=voir&idArticle=1737

10 Ley n°08/2005 sobre la propiedad en Ruanda J.O. N°18 du 15/09/2005.

11 “El programa de intensificación de los cultivos de maíz en Ruanda frente al desarrollo sustentable: prácticas y perspectivas. El caso del distrito de Bugeresa”, D. Binart, Universidad de Maine, 2009, p.54

12 D. Binart, op. cit., p.51

13 Las semillas híbridas, contrariamente a las de polinización abierta, degeneran tan rápidamente que el campesino no puede volver a sembrar su cosecha. Si quiere obtener plantas con las mismas características, tiene que volver a comprar cada temporada un nuevo paquete de semillas híbridas.

14 D. Binart, op. cit., p.66

15 Ruanda tiene dos temporadas de lluvia: la temporada A, de septiembre a enero, y la temporada B de febrero a junio.

16 D. Binart, op. cit., p. 48

17 Datos sin cifrar. Destacan los cultivos en orden de importancia por superficie cultivada en 14 cooperativas que integran alrededor de 10 mil miembros en más de 3 mil hectáreas. D. Binart, op. cit., p. 47.

18 Datos disponibles en http://www.amis.minagri.gov.rw

19 http://www.indexmundi.com/rwanda/inflation_rate_%28consumer_prices%29.html

20 Albert-Baudoin Twizeyimana, op.cit.

21 http://www.worldbank.org/foodcrisis/pdf/GFRPProjectStatus.pdf y http://web.worldbank.org

22 Crop Intensification Program, 2008-2009, Informe de Evaluación, IFDC, marzo de 2010, p. 14

23 Consultar httm://www.yara.com y http://agrforum.com/sites/agrforum.com/files/AGRF_FdeD4.pdf

24 Crop Intensification Program, 2008-2009, Informe de Evaluación, IFDC, marzo de 2010, p. 14

25 Plan estratégico de transformación de la agricultura, Fase II. PSTA II, febrero 2009, p.20 (traducción del inglés del autor), http://www.primature.gov.rw/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=903&Itemid=95

26 Crop Intensification Program, 2008-2009, Informe de Evaluación, IFDC, marzo de 2010, p. 14

Author: Manuel Milz
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  • [2] http://www.grain.org/briefings/?id=206
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  • [4] http://www.fao.org/giews/countrybrief
  • [5] http://www.amis.minagri.gov.rw/sites/default/files/user/CIP_2008-2009_Evaluation_report.doc.pdf
  • [6] http://www.syfia-grands-lacs.info/index.php5?view=articles&action=voir&idArticle=1737
  • [7] http://www.amis.minagri.gov.rw
  • [8] http://www.indexmundi.com/rwanda/inflation_rate_%28consumer_prices%29.html
  • [9] http://www.worldbank.org/foodcrisis/pdf/GFRPProjectStatus.pdf
  • [10] http://web.worldbank.org
  • [11] http://httm://www.yara.com
  • [12] http://agrforum.com/sites/agrforum.com/files/AGRF_FdeD4.pdf