Por Guy Kästler (*)
En Europa, el sistema de abastecimiento de semillas comerciales está muy organizado y controlado. La legislación europea en materia de comercialización de semillas ha evolucionado a lo largo de los años de manera de asegurar que en el mercado se vendan únicamente semillas uniformes, condenando a las semillas y variedades tradicionales de los agricultores al mercado negro e incluso a la ilegalidad total. Junto con normas de propiedad intelectual férreas y la producción de híbridos, las leyes europeas en materia de semillas dejan a los agricultores fuera del sistema de semillas. Este artículo es un extracto de un trabajo más extenso de Guy Kastler. Kastler es un agricultor francés que participa en las organizaciones Réseau Semences Paysannes, Confédération Paysanne y Nature et Progrès. El artículo se centra en Francia, que ha adoptado el criterio más estricto en materia de aplicación de leyes de semillas de Europa, y tal vez del mundo.
Desde los inicios de la agricultura, la selección y reproducción de semillas, así como la conservación y renovación de la biodiversidad agrícola nunca ha cesado en los campos de los agricultores. Por supuesto, el trabajo de los agricultores con las semillas ha estado influenciado por diversas cosas, tales como la cultura local, los sistemas de medicina tradicional, la religión y el nacimiento de la ciencia moderna, pero ninguna de ellas separaron el desarrollo de las variedades de la producción agrícola. El mejoramiento y la producción de semillas como profesión, comenzaron en Europa y luego en los Estados Unidos hacia fines del siglo XIX, primero dentro de fincas especializadas, y luego entre compañías especializadas. Eso fue el comienzo de la separación entre la producción de semillas y la agricultura.
El crecimiento de los mercados, primero a escala nacional y luego a escala internacional, es lo que produjo esta separación. Un mercado local sustenta e incluso produce diversidad local. Sin embargo, la expansión y concentración de la cadena agroindustrial (proveedores de semillas e insumos agrícolas, proce sadores y distribuidores) dentro de grandes mercados ha favorecido las economías de escala de algunos de los cultivos más importantes, que llevan a la producción de productos uniformes al menor precio posible.
Lograr que todos los agricultores planten las mismas semillas y variedades es una forma excelente de obtener el mismo producto estandarizado. Y para los agricultores, producir más con el mismo volumen de trabajo es la mejor manera de reducir los precios. Pero esto es difícil en la medida que su cosecha depende de una variedad de condiciones agroecológicas y climáticas diferentes. Por lo tanto, la homogeneización de las tierras resulta importante para producir semillas y alimentos homogéneos. A través del uso de plaguicidas y fertilizantes, y a menudo irrigación ilimitada, la agricultura se ha distanciado cada vez más de su entorno. Lentamente los agricultores se han vuelto dependientes del modelo agrícola industrial alentado por los productores de semillas.
Los costos de producción continúan cayendo, mientras que los costos reales se expresan en la contaminación de nuestros suelos, agua y aire, el calentamiento global, el desempleo y la pérdida de la agricultura en pequeña escala. Esos costos crecientes, que los pagarán las generaciones futuras, nos obligan a abandonar este modelo agrícola y las leyes que los sustentan (ver el recuadro Leyes de semillas en Francia).
Francia tiene quizás la legislación más estricta y coercitiva del mundo. Desde 1949, los agricultores solamente pueden comprar semillas que estén registradas oficialmente en el catálogo nacional. En Francia está radicada la mayor industria semillerista de Europa, que a su vez tiene un grupo de presión empresarial poderoso y activo.
El intercambio de semillas entre agricultores locales se basa en la honestidad y las normas básicas de un buen vecino. Todos conocen al agricultor o agricultora que provee la semilla así como la calidad de ésta. Es más arriesgado engañar al vecino que al agricultor que vive al otro lado del país y al que nunca se volverá a ver. A medida que aumenta el área de intercambio de semillas, aumenta el riesgo. La calidad de la semilla no es visible a primera vista y el mercado pronto es invadido por estafadores que venden cualquier tipo de semillas viejas. Los productores industriales de semillas que desean controlar los mercados han utilizado la excusa de que el consumidor anónimo necesita protección y que es necesario poner a raya a quienes cometen fraude. Es en nombre de esos objetivos que el Estado, junto con las empresas semilleristas, promulgan leyes de semillas para asegurar que las empresas puedan obtener, y mantener, un monopolio absoluto sobre la producción de semillas.
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Variedades clausuradas
Desde comienzo del siglo XX, los productores industriales de semillas de los Estados Unidos han estudiado las formas de fortalecer su monopolio sobre la producción de semillas impidiendo que los agricultores vuelvan a sembrar las semillas cosechadas. Su primera ofensiva fue con las plantas de polinización cruzada, que no pueden reproducirse sostenidamente sin recibir polen de otra planta de la misma especie que tenga una configuración genética levemente diferente. Tan pronto como la planta de polinización cruzada se autofertiliza para fijar sus características, sus descendientes expresan un efecto depresivo por el cruzamiento cerrado (de consanguinidad) que hace que el cultivo sea invendible. Con la técnica de la hibridación, un obtentor logrará una semilla con características fijas y buen valor comercial. La hibridación implica el cruzamiento de dos plantas por endogamia que tengan fijadas características de especial interés, aunque dichas características estén debilitadas por la depresión del cruzamiento cerrado. Un agricultor que plante semillas híbridas obtendrá un campo de plantas idénticas, y todas las semillas producidas en este campo sufrirán el mismo cruzamiento cerrado depresivo que las plantas puras cruzadas. Para estas variedades cerradas, el agricultor cae en una dependencia indefinida de los productores de semillas y las compañías agroindustriales. Actualmente, la mayoría de las especies de polinización cruzada comercializadas (remolacha, girasol, la mayoría de los cultivos hortícolas) son clones híbridos.
Las variedades de los agricultores
Es imposible cumplir con los criterios de Distinción, Uniformidad y Estabilidad (DUS), más Valor de Cultivo y Uso (VCU), requeridos para el registro en el catálogo nacional de semillas, sin utilizar técnicas de mejoramiento que se han vuelto cada vez más sofisticadas y no están al alcance de los agricultores (Ver recuadro El sistema de catálogo de semillas de la Unión Europea).
Desde los primeros híbridos a la biotecnología moderna, el fitomejorador u obtentor ha dado paso al laboratorio. Así, el obtentor impone a los agricultores cultivos estandarizados que han sido perfeccionados en el laboratorio y en centros de investigación. Un obtentor no puede alcanzar los criterios DUS y VCU sin utilizar fertilizantes, plaguicidas, mecanización y riego que aseguren condiciones de estabilidad y el aumento incesante de la cosecha. De esa manera, las variedades comerciales actuales son seleccionadas por y para estas técnicas, pensadas para la agricultura industrial, sin la cual los agricultores no pueden cultivar estas semillas.
Sin embargo, hay numerosos agricultores que desean, por diversas razones, plantar cultivos que no están en la lista del catálogo oficial de semillas. Es posible que no tengan el dinero para pagar todos los costos del sistema de producción industrial al cual se circunscriben las semillas. Tal vez estén en contra de comprar esas semillas o no deseen abandonar una forma tradicional de hacer las cosas. Es posible que busquen mayor autonomía o crear sistemas agrícolas alternativos (orgánico, campesino, de bajos insumos, regional, etc.). O quizá simplemente no encuentren lo que buscan en el sistema oficial de suministro de semillas. En todos esos casos, los agricultores pueden inclinarse a cultivar semillas tradicionales, locales o campesinas. La demanda de los consumidores de una mayor calidad de los alimentos, junto con la demanda de la sociedad de sistemas agrícolas en armonía con el ambiente y desvinculados de los subsidios agrícolas, empujan a los agricultores cada vez más en esta dirección. Para esto, los agricultores necesitan utilizar técnicas campesinas tradicionales de conservación y selección de las semillas. Esos métodos adaptan los cultivos a la diversidad de terroirs(1) y climas y a la forma en que se utiliza el cultivo después de la cosecha. Esos cultivos no son necesariamente estables fuera de sus terroirs, ni son uniformes debido a la diversidad natural dentro del cultivo y están en constante evolución. No cumplirán los criterios de VCU ya que no están adaptados a un procesamiento industrial o una distribución generalizada. Por esta razón, esas semillas no corresponden, en términos legales, al concepto de variedades se las define como "no variedades".
Por lo tanto, las plantas seleccionadas para utilizar en sistemas agrícolas diversificados, orgánicos o de bajos insumos, así como para los sistemas de comercialización locales, caen fuera de la definición comercial de "variedades". Incluso cuando los materiales de los agricultores puedan cumplir los estrictos criterios de comercialización, es imposible pagar los costos de registro (que pueden llegar hasta los 5.000 euros para una variedad vegetal y 15.000 euros para un cereal) ya que esas variedades suelen producirse únicamente en pequeñas cantidades para la agricultura local. Por último, a una variedad registrada no se le permite evolucionar o adaptarse. Tendría que registrarse nuevamente como una variedad diferente.
Aun frente a todos esos problemas, los agricultores no pueden, igualmente, registrar su "no variedad" en el catálogo de semillas. Por lo tanto no pueden vender o siquiera regalar sus semillas. Incluso intercambiar semillas con un agricultor vecino es ilegal. La legislación europea sólo autoriza a los agricultores a producir semillas de su propia cosecha para ser utilizadas únicamente en la misma finca.
Aun cuando un agricultor pudiera reproducir semillas para su propio uso, en general no logra conservar individualmente una variedad. Las variedades dependen en gran medida del trabajo colectivo basado no en un mercado sino en intercambios regulares. Esas variedades necesitan ser cruzadas con otras variedades y ser renovadas continuamente de manera que la planta pueda continuar expresando diversidad y variabilidad genética. En cada terroir, ciertos campos o parcelas de ciertos agricultores producen mejores semillas de una especie, mientras que para otras especies serán otros agricultores y otras parcelas de tierra. Alguien que produce para el mercado no puede producir toda la semilla requerida para plantar al año siguiente. Un horticultor que produce para el mercado no puede simultáneamente reproducir diversas variedades de polinización cruzada de una especie y al mismo tiempo producir más semillas de una variedad de lo necesario (para el repollo se necesitan como mínimo 50 plantas para producir semillas y mantener la diversidad, que produce aproximadamente uno o dos kilos de semillas, cuando un horticultor comercial necesita entre 50 y 100 gramos). Por último, nadie está a salvo de perder todas las semillas como resultado de una mala cosecha, para los cultivos del año siguiente.
Si pueden saltearse temporalmente ciertas etapas de la producción de semillas, el intercambio y la venta de cantidades restringidas de semillas de los agricultores es la clave para el manejo dinámico y colectivo de la biodiversidad agrícola, que está en la base de su existencia. Prohibir el intercambio es prohibir las semillas de los agricultores.
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La semilla guardada en el campo
Uno de los problemas que continúan enfrentando las empresas semilleristas es el relativo a los cultivos de autopolinización, como el trigo. Con esos cultivos los agricultores pueden cosechar, guardar y replantar las semillas al año siguiente. La semilla guardada en el campo es una semilla gratuita y esto los productores comerciales de semillas no lo toleran. Por supuesto, es ilegal vender o intercambiar semillas que no están en los catálogos europeos de semillas, y las semillas no pueden ser utilizadas sin el permiso del titular de los Derechos del Obtentor (PBR, por su sigla en inglés) cuando son patentados. Pero es materialmente imposible impedir a los agricultores que guarden, intercambien o vendan su cosecha de semillas para volver a sembrar. Por lo tanto, las variedades borradas del catálogo pueden de hecho ser reutilizadas durante muchos años. Los agricultores seleccionan sus propias variedades "locales" y nuevamente recuperan total autonomía con respecto a los productores de semillas. De ahí que la semilla guardada en el campo sigue siendo ampliamente utilizada en Europa; por ejemplo, en Francia representa el 50 por ciento de los cultivos de autopolinización.
Por eso la industria semillerista, junto con el gobierno, ha presentado un gran número de otras medidas destinadas a suprimir el uso de semillas guardadas en el campo.
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Derechos de obtentor (PBR)
La mayoría de las semillas están protegidas por los Derechos del Obtentor, y éstos están ampliando su influencia en todo el mundo, engatusando a los países para que adhieran a la Unión Internacional para la Protección y Obtenciones Vegetales (UPOV). La última revisión del Convenio de la UPOV (1991) aumentó la protección que reciben los titulares de Derechos del Obtentor de manera que también abarca a todas las variedades que "se derivan esencialmente" de una variedad inicial protegida. Ese nuevo paso tuvo como finalidad preparar el terreno legal para las nuevas variedades modificadas genéticamente que "se deriven esencialmente" de variedades del Obtentor. Pero también permite al obtentor lograr los derechos legales sobre todas las semillas guardadas en el campo que "se deriven esencialmente" de una variedad protegida. En 1994 se adoptó la reglamentación 2100/94/EC de la Unión Europea para aplicar la UPOV 1991 en los Estados miembros de la Unión Europea. Permite a los agricultores sembrar en su propio campo, para ciertos cultivos, semillas guardadas en el campo de variedades protegidas por los Derechos del Obtentor, pero únicamente si pagan una regalía anual al obtentor. Los pequeños agricultores (los que tienen una cosecha cerealera de menos de 92 toneladas) están eximidos de esta disposición. Como es difícil controlar qué va riedades se guardan en el campo, varios países europeos, como Bélgica y Francia, crearon un programa de Contribución Obligatoria y Voluntaria. Dentro de ese programa, todos los agricultores que cultiven trigo para pan deben realizar un pago que luego es reembolsado a los pequeños agricultores quienes están eximidos de pagar la regalía sobre semillas guardadas en el campo, y a los agricultores que compraron semillas certificadas. El impuesto se cobra incluso a agricultores que no están plantando variedades protegidas por los Derechos del Obtentor. Este programa ha sido impugnado varias veces en los tribunales y los casos todavía están en curso. Si se autoriza que continúen, esos pagos de Contribución Obligatoria y Voluntaria pueden, tanto en los hechos como jurídicamente, terminar con las semillas guardadas en el campo.
En Alemania, las compañías semilleristas han escrito cartas a todos los "agricultores" (incluso a agricultores muertos y personas que ya no son agricultoras) exigiendo que todos los años presenten un inventario completo sobre las semillas que están cultivando, para determinar la regalía que deberían cobrar las compañías por la semilla guardada en el campo. Desde 1998, más de 4.000 agricultores alemanes se han negado a llenar el cuestionario, convencidos de que tienen derecho a guardar y utilizar sus propias semillas en el campo, y han sido llevados ante los tribunales. Tres de esos casos han pasado al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. En el primer caso, éste sentenció que las compañías semilleristas no pueden actuar indiscriminadamente para obtener esa información de los agricultores. En otro caso dispuso que una regalía del 80 por ciento sobre la semilla guardada en el campo, como pretendían las compañías, era demasiado elevada; dijo que lo máximo debería ser 50 por ciento (ver el recuadro La controversia de la papa Linda en Alemania).
Patentes
Como consecuencia de los cultivos transgénicos, Europa adoptó una directiva sobre las patentes de plantas y animales (98/44/EC la protección legal de las invenciones biotecnológicas). Se ha dado protección a través de una patente sobre la información genética (un gen más una función), que incluye todos los derivados biológicos de su reproducción y multiplicación. No se puede patentar una variedad que ya esté contemplada en un Derecho del Obtentor, si bien puede protegerse con un Derecho del Obtentor una variedad que incluya un gen patentado. A pesar de la oposición de la industria de semillas, todas las nuevas variedades transgénicas deben ser registradas en el catálogo de semillas, aun cuando ya esté registrada la misma variedad no transgénica. La patente abarca únicamente el gen cuya utilización está reconocida. Por lo tanto, un agricultor puede volver a sembrar la semilla cosechada que haya sido contaminada accidentalmente, pero tan pronto como la contaminación se haga endémica públicamente, como ocurrió con la semilla oleaginosa de colza en Canadá, el agricultor ya no puede ignorar la contaminación y utilizar las variedades contaminadas (ver el recuadro Coexistencia).
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Los limpiadores de semillas
Los agricultores que deseen utilizar semillas guardadas en el campo, invariablemente venderán su semilla a un limpiador de semillas. Los limpiadores de semillas, que generalmente se trasladan de un lugar a otro, eliminan las semillas de mala calidad y las semillas de maleza, la paja y las barbas de las espigas, y tratan las semillas contra plagas y enfermedades. Esto exige un equipo importante, que no está al alcance de los agricultores pequeños y medianos. Es por eso que los empresarios con equipo móvil venden a los agricultores la limpieza de semillas como un servicio. A fines de la década de 1980, las compañías semilleristas francesas intentaron prohibir esa limpieza de semillas, conocida como selección à façon. La Coordinación Nacional para la Defensa de las Semillas de Campo (CNDSF-Coordination Nationale pour la Défense des Semences Fermières), que reúne a agricultores y limpiadores de semillas, combatió los intentos de prohibir los limpiadores de semillas y continúa defendiendo los derechos de los agricultores a utilizar semillas guardadas en el campo. Una directiva de la Comunidad Europea de 1994 reconoce el derecho a limpiar semillas cosechadas "por el agricultor o por un proveedor del servicio" para su replantación.
Subsidios agrícolas
Los subsidios agrícolas también han sido utilizados para reforzar el monopolio del que disfrutan las compañías semilleristas. En Francia, por ejemplo, los subsidios pagados para alentar a los agricultores a que cultiven trigo durum, sólo están disponibles para quienes compren semillas certificadas. Por otro lado, en Italia, donde los terroirs y las condiciones locales de cultivo son tan importantes como la variedad certificada, se dan subsidios a todas las variedades de trigo durum plantadas. No obstante, la Comisión Europea intenta que Italia adopte el mismo sistema.
Normas sobre el control de plagas y enfermedades
Las reglamentaciones en materia de salud también refuerzan el monopolio de las compañías de semillas. Los subsidios en Francia por los árboles frutales o las vides sólo se conceden a plantas certificadas, compradas en viveros certificados, y de cepas vitivinícolas certificadas sin contaminación viral, todo supervisado en centros públicos. La plantación de cepas de vino que no estén clonadas a partir de un tipo certificado es absolutamente ilegal. La base de esta normativa es la lucha contra la enfermedad viral provocada por prácticas agrícolas industriales, controlada en gran medida por las prácticas de la agricultura en pequeña escala y las prácticas agroecológicas. Sin embargo, cuando la contaminación proviene del vivero, parece que hay poco por hacer. Esto demuestra que las reglamentaciones en torno a la enfermedad se refieren más a proteger a los viveros que a prevenir la enfermedad.
Las normas para la protección de la calidad de la producción también tienen el mismo objetivo: los agricultores pueden plantar únicamente algunas pocas vides certificadas; los agricultores no pueden cultivar vides producidas en otras partes del mundo. El tratamiento de la semilla, que los agricultores no pueden hacer por sí mismos, también puede convertirse en obligatorio, como en el caso del girasol. Los acuerdos industriales ilícitos también tienen la misma finalidad. Por ejemplo, las empresas de plaguicidas fueron llevadas ante los tribunales y juzgadas culpables cuando se rehusaron a vender sus productos químicos para semillas a los agricultores o ciertos limpiadores de semillas.
Por último, cuando la legislación no es suficiente, las propias compañías imponen contratos a los agricultores por los cuales sólo se comprarán las cosechan en las cuales se hayan utilizado semillas certificadas.
Variedades de conservación
La posición extrema adoptada por la industria semillerista de Francia, que corta la rama de la biodiversidad en la cual se sienta, no es igual en toda Europa. La mayoría de los países toleran intercambios informales de semillas entre agricultores y algunos países permiten la comercialización de pequeñas cantidades de semillas de variedades que no están incluidas en el catálogo. En 1998, los Estados miembros de la Unión Europea acordaron establecer disposiciones especiales para permitir la venta de "variedades de conservación" conforme a la Directiva 98/95/EC. Según esta directiva, los países de la Unión Europea pueden opcionalmente aplicar esas leyes, como lo hicieron los italianos en 2001 (Ley 212/2001), que reconoce el derecho de las regiones a establecer un catálogo de variedades de conservación.
El mismo año, en 1998, Suiza, que no es miembro de la Unión Europea pero es parte de la zona de semillas europea, adoptó una ley autorizando la comercialización de determinadas cantidades de semillas que no están incluidas en el catálogo (ver también Cuadro: La apertura del sistema de semillas de Suiza). También en 1998, Francia creó un anexo a su catálogo nacional para variedades hortícolas amateurs (de uso no comercial). Es posible vender semillas de esas variedades pero únicamente a horticultores no profesionales, que no comercializan su cosecha.
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¿Y ahora qué?
Todavía hay varias opciones a las que pueden recurrir los agricultores de Europa, que les dan más flexibilidad para utilizar sus propias semillas. Numerosos países han reclamado la renegociación de la directiva sobre patentes de la biotecnología (98/44/EC), que permite patentar la vida. Las pruebas a partir de 1998 cuestionan la ciencia sobre la cual se basa esta ley de patentes. En Italia, un país que adopta una visión mucho más flexible sobre las leyes europeas de semillas, se están dando procesos interesantes. El uso creciente de "variedades de conservación", especialmente de parte de la agricultura orgánica, brinda argumentos para implementar una ley para su registro. También podría utilizarse la discusión en torno a variedades de conservación, para reintroducir el concepto de derechos colectivos dentro de la legislación relacionada con las semillas, incluso proteger las semillas de los agricultores contra la biopiratería. La legislación suiza permite el intercambio de cantidades limitadas de semillas de variedades no registradas esta sería la oportunidad de declarar, sin ambigüedades, el derecho absoluto de los agricultores a intercambiar libremente sus semillas fuera de todas las reglamentaciones comerciales.
Nota
1- Terroir es una palabra francesa que no tiene un equivalente literal en castellano. Se refiere al suelo o la tierra (el terruño), pero abarca al mismo tiempo elementos de geografía, estudio de suelo y cultivo. Terroir es fuente de identidad. A menudo se utiliza para explicar las características de determinado vino.
(*) Artículo publicado en la revista Seedling de GRAIN en julio de 2005. Traducido por Raquel Núñez del original en inglés Europe's seed laws: Locking out farmers. La versión en inglés puede consultarse en http://www.grain.org/seedling/?id=343